Tras un mes en estado crítico y en coma inducido, José Antonio Prieto Fernández ya está consciente e incluso habla y no parece haber sufrido lesiones cerebrales irreversibles, aunque su estado sigue siendo grave.

Se trata del ourensano -el domingo pasado cumplió 60 años- que el 5 de diciembre habría intentado suicidarse con dos disparos, utilizando para ello la misma arma del calibre 22 que presuntamente había usado para asestar dos tiros a su expareja, Eva María A.F, también natural de Ourense y que el próximo mes de junio cumplirá 48 años.

Este caso de violencia de género se registró en el piso que ambos compartieron en el centro urbano de O Grove, donde reside la mujer junto a su hija, de quince años.

José Antonio Prieto, que ya había sido denunciado por una agresión machista anterior -de ahí que se decretara para él la orden de alejamiento que quebrantó el 5 de diciembre- fue inicialmente ingresado en Pontevedra. Desde allí lo derivaron en estado crítico al hospital de Vigo en el que permaneció en coma inducido por espacio de un mes, de ahí que ni siquiera se le leyeran los cargos que se le imputan.

En la actualidad, aunque habla -incluso podría haber intentado hablar con su hija-, todo indica que su estado no permite aún que la Guardia Civil lo someta al correspondiente interrogatorio o lo ponga a disposición judicial para esclarecer lo sucedido.

Su expareja, a la que dieron el alta médica un par de días después de recibir los disparos, no quiso pronunciarse ayer sobre la recuperación del presunto agresor.

Hace un mes había detallado a FARO DE VIGO que en su caso "fallaron todos los protocolos de actuación y de atención a las víctimas de violencia de género", pues "no hubo seguimiento ni apoyo de ningún tipo, quizás porque posiblemente no existan medios suficientes para hacer este trabajo".

Del mismo modo declaraba que, para evitar casos como el suyo y acabar con las muertes de mujeres por violencia de género, "hay que trabajar con los agresores, y si tienen un problema habrá que controlarlos como sea o hacer algo".

Lo que quiere decir es que "quizás deban estar vigilados, obligarlos a hablar con psicólogos, hacerles un seguimiento o tomar cualquier otra decisión, pero desde luego no basta con dictar una orden de alejamiento y desentenderse de ellos porque está muy claro que el sistema no funciona, ya que siguen muriendo mujeres".

El día de los hechos su expareja "apareció en la habitación y vi inmediatamente a qué venía -manifestó la víctima-; empuñó la pistola, me disparó y después parece que intentó suicidarse". Logró escapar y refugiarse en la cocina, de la que salió por una ventana con ayuda de la Guardia Civil.