Elegido como padrino del Torneo Internacional Cidade de Vilagarcía, José Fernández Caneda "Tatá", continúa siendo un auténtico arosista a sus 81 años, club en el que debutó y en el que se retiró como jugador de fútbol tras una dilatada carrera que le llevó a jugar en la Segunda División. Volante izquierdo aunque diestro, llegó a convertirse, cuando jugaba en el Ourense, en integrante de una de las mejores medias del campeonato, formando pareja con Pastor.

-Arlequinado, padre de arlequinado y abuelo de arlequinado, usted ha iniciado toda una saga en el Arosa.

-Ver a Nacho, mi hijo, con esa camiseta fue un auténtico placer, y ahora, ver a Manu, mi nieto, lo está siendo. Espero que este último nos supere a los dos. Tiene ilusión y condiciones para llegar arriba, pero con la edad que tiene no se le puede llenar la cabeza de pajaritos, lo que quiero es que disfrute cuando juegue y que estudie, y si mantiene esas condiciones y se esfuerza, lo que tenga que llegar, llegará.

-¿Cómo fueron sus inicios en el fútbol?

-Pues era una criatura cuando comencé a jugar en Acción Católica. Tenía solo 14 años y era solo un niño de O Castro al que le gustaba correr detrás de la pelota. Comencé en Acción Católica, como muchos otros, antes de ir al Vilagarcía, desde el que di el salto al Arosa con poco más de 15 años de la mano de su presidente, Petelas. En el primer año en el Arosa ya vino el Ourense, para llevarme. El objetivo era ascender a Segunda División y lo logramos como campeones, pero tenía mucha morriña de mi tierra.

-Lo que le llevó a regresar.

-Sí, antes de irme a Ferrol. Tenía también una oferta del Celta, pero en Ferrol sabía que iba a jugar y allí me fui. No lo debí hacer muy mal, porque al segundo año vinieron el Murcia y el Sevilla para ficharme, pero el Ferrol no me dejó marchar. Lo haría al año siguiente, pero para irme a Córdoba con el portero García. Allí hicimos una campaña espectacular, había un buen equipo y una importante masa social, lo que nos llevó a conseguir el primer ascenso de la historia del Córdoba.

-¿No hubo posibilidad de quedarse y debutar en Primera?

-La verdad es que no hubo muchas opciones, pero me quedo con la campaña que realizamos y con la posibilidad de jugar en Copa contra el Madrid y el Barcelona. Estos últimos eran un equipazo. Estaba Kubala, Ramallets, ... Nos ganaron la eliminatoria 7-3 y recuerdo que cuando fuimos a su campo, quedamos totalmente impresionados, tenían hasta piscinas dentro y todo lo imaginable para la práctica del fútbol, no me extraña que jugasen tan bien. Después de Córdoba me fui para el Compostela a la Segunda División. Allí tenía posada en la de Manolo Vilas con el resto de jugadores foráneos. Después de eso regresaría al Arosa un par de temporadas antes de retirarme.

-Lo hizo muy joven.

-Con 32 o 33 años. Quería retirarme en el Arosa y conseguí un buen trabajo en Larsa, una de las grandes empresas de Vilagarcía. Consideré que era el momento de dedicarle tiempo a la familia. Aunque me retiré, no me desligué del Arosa. De hecho, con otra gente, pusimos en marcha las escuelas municipales de fútbol. Me alegra mucho saber que, de ellas, salieron un buen número de jugadores que fueron mis pupilos y a los que les tenía mucho cariño. Siempre les decía, antes de saltar al campo, que se atasen bien las botas, una frase que todavía algunos me recuerdan cuando me ven.

-¿Nunca valoró la posibilidad de dar el salto a los banquillos como muchos exfutbolistas?

-Pues no, me lo ofrecieron en más de una ocasión pero mi vida en el fútbol, más allá de las escuelas y de como espectador, había finalizado. La verdad es que, si volviese a nacer, volvería a ser futbolista. Este trabajo me permitió conocer ciudades y hacer grandes amistades y eso es algo que siempre permanece en tu memoria. Además, el Arosa siempre me ha llevado la vida.

-Eso que usted vivió la época de los campos de tierra.

-Y de auténticos patatales. Eran otros tiempos. Ahora el que no sale futbolista, con todo lo que tiene a su disposición, es porque no quiere. En A Lomba, solo había hierba por los extremos, y en el centro, donde más se jugaba, estaba completamente pelado, y era de los campos que estaban en mejor estado. Eso sí, una cosa que era mejor antes era la afición. Antes iba mucha gente al campo y eran mucho más fieles al equipo. Venía gente de toda la ría, no había los localismos que hay hoy. Eso hacía que los jugadores de todo el entorno viniesen a ofrecerse al club, porque sabían que era un trampolín o un escalón para llegar más arriba.

-¿Se atrevería a darle consejo a las nuevas generaciones?

-Es complicado. El fútbol ha cambiado mucho, y lo único que se les puede decir es que se diviertan, y que trabajen. Sin trabajo es imposible llegar arriba, y aún haciendo todo bien, nadie te garantiza que alcances ese sueño porque para triunfar en este deporte tienen que darse muchos factores.

-Hay padres que no lo ven así.

-Muchas veces son esas expectativas de los padres los que acaban hundiendo a los chavales. Debe ser el propio jugador el que tenga la ilusión y se esfuerce. Basta que estés encima del jugador para que acabe aburriéndose o dejándolo. Lo importante a edades muy tempranas es que disfruten de lo que hacen y no se olviden de los estudios. Si mantiene la ilusión, a medida que avance en las categorías es el momento de esforzarse, de entrenar, de cuidarse y de trabajar, porque si uno no se esfuerza y no está muy bien físicamente, no va a haber milagros.