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Un alcalde de cuidado en las postrimerías del siglo XIX

El liberal Castor Sánchez fue elegido por un Ayuntamiento en el que trece de los concejales electos eran conservadores

Rua de Cástor Sánchez, en memoria del que fue alcalde de Vilagarcía a finales del XIX. // Iñaki Abella

Tras el recuento de votos en la zona centro o urbana Castor Sánchez obtiene acta de concejal y por ello "los liberales se muestran esperanzados para cuando se repita la elección en los colegios rurales, pues viendo los electores con los que el señor Sánchez salió concejal y será Alcalde, no temerán a las venganzas de los conservadores y podrán emitir su voto con libertad y con esperanza de que por esta vez se vaya a Melilla el que es acusado de todo lo malo que pasa en Villagarcía".

Lo cierto es que a primeros de enero de 1894 fue nombrado alcalde Castor Sánchez, y la prensa no adicta al liberalismo, tal como "El Griterío Gallego", simplemente decía que no se subieran los impuestos, "sin recurrir a ingresos extraordinarios que puedan resultar gravosos al vecindario".

Lo que había ocurrido es que finalmente los 13 concejales eran conservadores, pero una Real Orden nombraba a Castor Sánchez, el único concejal del Partido Liberal Fusionista, alcalde de Vilagarcía.

¿Cómo era posible este nombramiento contra natura? Sencillamente, en las elecciones generales de 1893 había salido vencedor el Partido Liberal, con lo que éste nombraba a un gobernador de su partido, y el gobernador sencillamente nombraba a un alcalde liberal. Con ello, estaba más que sabido lo que ocurriría en los plenos: así, el alcalde quería comprar un sello de dos pesetas "para marcar las reses destinadas al consumo público", y la oposición, o sea todos los concejales se niegan, y se arma la bronca incluidos los 79 asistentes del público. De tal calidad fue la gresca que el alcalde acudió al gobernador para que castigase a los concejales, así como al juez de distrito, incluyendo las 79 firmas de los asistentes al pleno. Por su parte, los concejales acudieron también al gobernador de la provincia, aunque sabían que era perder el tiempo.

En el pleno siguiente, el alcalde llenó el Ayuntamiento con 150 personas procedentes de Carril, Vilaxoán, Cambados y Santa Uxía de Ribeira, con lo que la bronca que se originó fue algo nunca visto.

La prensa no adicta a los liberales, tal como "La Correspondencia Gallega", decía que "desde que el nuevo alcalde tomó posesión de su cargo, no cesó ni un momento en sus propósitos de reprimir a los concejales, promoviendo en las sesiones discusiones inoportunas e increpando a aquellos con frases provocativas para que abandonasen la calma y prudencia en que se habían encerrado, impidiendo el uso de sus derechos dentro de la Corporación negándose con singular desenfado a dar cuenta de las proposiciones que presentaba, llegando sus desplantes en este punto de hacer consignar en acta, que no ponía en discusión otros asuntos que los que tenía por conveniente".

Por si no hubiera bastante bronca, el alcalde hace dimitir al secretario municipal Montalvo, al que acusaba de ser el jefe de los conservadores, y nombra en su lugar a Gómez Ricoy, pero el gran problema vino cuando el juez decreta la suspensión de los concejales mientras el gobernador ordena la formación del oportuno expediente. Algún periódico comentaba que la casa del exsecretario Montalvo estaba vigilada por los guardias y que no se atrevía a pasear por el pueblo si no iba acompañado de algún agente.

Los ya exconcejales acusaban al nuevo secretario Ricoy, diciendo que había sido él, cuando actuó como juez interino, por marcha del anterior, quien les había abierto expediente y expulsión.

Lo que algún periódico decía es que, en un pleno lleno de personas adictas al alcalde se armó una tremenda discusión porque el regidor quería debatir una proposición que según un concejal perjudicaba a una determinada industria del municipio, iniciándose un siseo entre los asistentes, seguido de palabras insultantes, saltando al pleno y acorralando a los concejales, los cuales intentan escapar del Ayuntamiento por las puertas laterales en medio de insultos continuos, y tras conseguir escapar, el alcalde ordena cerrar las puertas con la gente dentro y los concejales fuera, redactando el alcalde una denuncia para que la firmen todos en el sentido de que "los concejales habían faltado al presidente y que el público tomó la defensa de este para impedir que se le atropellase".

Por su parte los concejales promueven una querella criminal contra el alcalde y los que consideraban cabecillas del motín popular, que los habían acorralado como rateros.

En medio de todo el jaleo, el alcalde Castor Sánchez, "da un paseo en caballo por el pueblo para encender más los ánimos", y claro, los ánimos se encendieron y la prensa a favor y en contra del alcalde ardía con las noticias a la vez que ponía a sus enemigos por los infiernos. Un periódico poco amigo de Sánchez decía: "El alcalde que empezó sus funciones dejando cesantes a todos los municipales, ha conseguido dejar en igual situción y procesados a todos los concejales. Sea enhorabuena señor de Sánchez (este de, viste mucho en la alcaldía) Ahora ya podrá Vd. hombrear. Usted el más desconocido, desapercibido y aburrido de los hijos de este pueblo, perpetuará su nombre y tendrá en su día una "estatua equestre", por supuesto Sr, de Sánchez "equestre", que la estatua de usted no puede estar sin caballo".

Tanto ruido hicieron los del Ayuntamiento y los habitantes de Vilagarcía, que el problema llegó al mismo Congreso de Diputados, y a mitad de abril de 1895, el diputado Azcárate interpela al ministro de la Gobernación, "sobre la conducta del gobernador interino de Pontevedra, al tratar de imponer al pueblo de Villagarcía, contra todo derecho común, secretario, al allí tristemente célebre Montalvo, y con la claridad y elocuencia, que son atributos de su palabra, exponía la ilegalidad, si llegase a prosperar", aludiendo después a una serie de leyes en pro de su tesis y de la legalidad de poner como secretario municipal a Gómez Ricoy, claro que el periódico que lo defendía era "Gaceta de Galicia" declarado enemigo de los conservadores.

Pasado un tiempo, los concejales conservadores fueron absueltos, ocuparon de nuevo su sillón en el ayuntamiento, y lógicamente el Sr. Montalvo fue de nuevo nombrado secretario municipal, y a pesar de las movilizaciones populares en su contra, lo cierto es que el pueblo volvía lentamente a la normalidad, y el gobernador inicia los vericuetos necesarios para que Sánchez presente la dimisión o retirarlo del ayuntamiento, y la prensa proclive a Castor Sánchez, como era "Gaceta de Galicia", le aconseja que dimita.

Efectivamente en julio de 1895 aparece como alcalde Pumariño, que trata de arreglar como puede algunas de las últimas manifestaciones populares a favor de Sánchez.

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