"Fueron unos momentos angustiosos". Así explica Eva, de 47 años, lo sucedido en su piso de O Grove la semana pasada, cuando fue tiroteada presuntamente por su expareja, que a punto estuvo de quitarle la vida. Trata de olvidar y pensar en el futuro después de haber sido intervenida quirúrgicamente y dada de alta, ya que había recibido dos disparos, en el cuello y la cara.

Su excompañero sentimental, José Antonio Prieto Fernández, de 59, intentó suicidarse a continuación, empleando para ello la misma arma de pequeño calibre que había utilizado contra ella, a la que abordó ya dentro del piso. El supuesto autor de los disparos sigue ingresado, en estado crítico y con serios daños cerebrales. Mientras tanto Eva, ya en casa, con miedo a revivir lo sucedido y sin querer entrar en detalles, acierta a explicar a FARO DE VIGO qué sintió entonces y, sobre todo, qué siente ahora.

-Lo primero es preguntarle cómo se encuentra, ya rodeada de los suyos y fuera de peligro.

-Físicamente aún me estoy recuperando, pero psicológicamente me cuesta mucho más; lo que ha pasado es duro de asimilar. Por suerte tengo gente que me está ayudando.

-Aunque dice que le cuesta revivir lo sucedido, ¿puede explicar qué pasó, y sobre todo, por qué sucedió algo así después de que pesara sobre su expareja una orden de alejamiento e incomunicación?

-Lo que sucedió es que fallaron todos los protocolos de actuación y de atención a las víctimas de violencia de género; no ha habido ni uno que funcionara. No hubo seguimiento ni apoyo de ningún tipo, quizás porque posiblemente no existan medios suficientes para hacer este trabajo. Pero el problema es que si no hay medios las mujeres seguirán muriendo. Yo hoy puedo poner voz a lo sucedido, pero tristemente hay otras muchas que no viven para hacerlo.

-¿Qué quiere decir? Usted estaba en el Centro de Información a la Mujer (CIM) y su expareja tenía una orden de alejamiento...

-Eso no basta. Es cierto que cuando hay una orden de alejamiento se trabaja con la víctima, la ayuda una psicóloga o una trabajadora social y todo lo demás. Pero al agresor se le pone una orden de alejamiento y eso es todo; o coge miedo y desaparece o se enfurece más y su pareja paga las consecuencias. Lo que creo es que también hay que trabajar con los agresores, y si tienen un problema pues habrá que controlarlos como sea o hacer algo. Quizás deban estar vigilados, obligarlos a hablar con psicólogos, hacerles un seguimiento o tomar cualquier otra decisión, pero desde luego no basta con dictar una orden de alejamiento y desentenderse de ellos. Está muy claro que el sistema no funciona, por eso mueren mujeres continuamente.

-Quizás por no estar controlado pudo presentarse tranquilamente en su piso de O Grove saltándose la orden de alejamiento. ¿Cómo accedió al interior de la vivienda?

-El no tenía las llaves del piso porque cambié la cerradura en el momento en que llegué a casa tras la primera agresión. No sé cómo lo hizo, pero apareció dentro. Es un señor que es muy manitas y se dedicaba a temas de electrónica, abría puertas de tragaperras y sabía hacer muchas cosas; pudo acceder a mi casa de mil maneras.

-¿Dónde estaba usted y cómo reaccionó?

-Me apareció en la habitación y ya se desencadenó todo; vi inmediatamente a qué venía. No quiero revivir lo que pasó porque fue muy grave. Solo sé que empuñó la pistola, me disparó y después parece que intentó suicidarse.

-Dicen los vecinos que usted salió a la ventana pidiendo ayuda a gritos... Tuvieron que ser minutos angustiosos.

-Fue horrible y angustioso. Cuando conseguí escaparme de la habitación, tras recibir los dos disparos, no sabía qué hacía él ni qué había pasado o dónde estaba, por eso temía que viniera a por mi y me rematara. Incluso pensé en arrojarme por la ventana. Finalmente conseguí huir por ella con ayuda de la Guardia Civil.

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Grito unánime en O Grove contra la violencia machista

Grito unánime en O Grove contra la violencia machista // Muñiz

-Su hija, que solo tiene 15 años, no estaba en casa.

-Afortunadamente... ¡menos mal!

-Por cierto, ¿ella cómo se encuentra?

-También lo va superando poco a poco. Regresó al instituto hoy (ayer para el lector) y también está teniendo ayuda. Lógicamente se encuentra en una situación delicada, pero saldremos de esta. Lo que yo no consentiré es que se la señale ni se haga de esto un circo, por eso quiero recriminar la actitud de ciertos medios de comunicación que utilizaron nuestros nombres, fotografías y todo tipo de datos sobre nuestra familia.

-A la niña le habrá ayudado que usted consiguiera salir pronto del hospital, a pesar de que sus heridas pudieron costarle la vida.

-Es cierto. Recibí un balazo en la cara que entró y salió pero me reventó la mejilla, y también me disparó en el cuello y la bala no tocó la carótida ni ningún órgano vital por medio centímetro.

-¿Usted ya sabía que su expareja tenía una pistola?, ¿de dónde la sacó?

-No tenía pistola ni tengo ni idea de cómo pudo haberla conseguido.

-¿Qué puede decir a las mujeres que, como usted, pueden sentirse amenazadas, tanto si ya han sido agredidas como si temen serlo?

-Las animo a denunciar a la mínima y que sean pesadas, muy pesadas, a la hora de hacerlo. Si tienen una orden de alejamiento que las proteja pero no se sienten seguras les pido que sigan denunciando y avisando a la Guardia Civil o la policía una y otra vez, como si tienen que ir cinco veces al día al cuartel. Lo que quiero es que esto que me pasó pueda ayudar a otras mujeres y reivindicar que se les preste toda la ayuda necesaria para que algo así no vuelva a pasar. Y por cierto, aprovecho esta oportunidad para agradecer de corazón el apoyo que nos ha brindado a mi y a mi hija todo el pueblo de O Grove; me he sentido enormemente arropada y muy querida por todos.

-¿Y ahora qué? ¿Qué planes de futuro tiene?

-Ahora quiero vivir y tratar de olvidar; quiero recuperarme cuanto antes para seguir con mi trabajo, y lo haré en cuanto cure las heridas físicas... las otras ya se irán curando.