Cuando una familia está en apuros, lo primero que necesita es dinero para comida y para no quedarse sin techo. Pero la larga recesión económica española inaugurada en 2008 por la caída de Lehman Brothers demostró que las desgracias económicas podían tener muchas caras.

Fue entonces cuando aparecieron familias que se quedaban sin luz y sin calefacción en pleno invierno porque no podían pagar sus facturas, y empezó a hablarse de pobreza energética.

Hoy, el Bono Social tiene la manga más ancha, y los usuarios tienen el suministro blindado si cumplen con unas determinadas condiciones económicas. Pero las ONG arousanas avisan de que está asomando la cabeza un nuevo tipo de pobreza, igualmente grave. La de aquellos que no pueden pagar sus medicinas.

En Cáritas denuncian que "hace años que se sacaron de la cobertura pública varios medicamentos, pero los médicos los siguen recetando". El resultado de ello es que hay gente que tiene que pagarlos de su bolsillo y por su precio íntegro, y que no es capaz de hacerlo. Esta nueva realidad está obligando a las organizaciones sociales a hacer un esfuerzo económico para que estos usuarios compren los fármacos.

Una portavoz de Cáritas revela que "la de Farmacia es una de las facturas más elevadas de las que asumimos, junto con la de alimentación", y advierte de que entre los medicamentos que han quedado fuera de la cobertura pública los hay para trastornos de salud mental o para diabéticos o enfermos cardiacos, por lo que son vitales para ellos.

Amigos de Galicia también conoce bien esta realidad, de ahí que este año haya puesto los primeros cimientos para un Banco Farmacéutico Galego. El pasado verano, incluso organizaron un partido benéfico de fútbol entre el Deportivo de A Coruña y el Lugo, gracias al cual recaudaron cerca de 25.000 euros. "Sabemos que ahora mismo existen casos de pobreza farmacéutica, y que hay gente que se ve obligada a elegir entre comprar los medicamentos o comida", sostienen en la Fundación.

Dos millones

Según el Barómetro Sanitario, en España hay dos millones de personas que sufren pobreza energética. Los más vulnerables son los pensionistas con rentas bajas, los parados y las madres divorciadas cuyos exmaridos no les pagan la pensión.