Los bolsas de plástico tardan 55 años en desaparecer del mar; las redes y cuerdas, entre 650 y 1.000 años; las colillas y los chicles permanecen un lustro en el agua; el vidrio se queda en ella para siempre... Son algunos de los datos que aporta la guía de buenas prácticas en el cultivo en batea, presentada hace unos días por el Consello Regulador de la Denominación de Orixe Mexillón de Galicia (DOP).

En ese documento, como se indicó en su momento, se advierte de que la presencia de basura en los mares "es un problema global y creciente que afecta a la flora y la fauna", por lo que "todos debemos contribuir" para ponerle freno, por ejemplo "reduciendo el consumo de plástico y gestionando correctamente los residuos que generamos".

Las fotos del BDRI

Se trata de datos que invitan a la reflexión, y más aún cuando, coincidiendo en el tiempo con el lanzamiento de esa guía, se observa a una cría de delfín mular, de apenas un año de vida, que se arriesga a morir en las Rías Baixas mientras juega con una de las bolsas de plástico que contaminan estas aguas.

Quizás solo le llamara la atención y estuviera jugando, como suelen hacer con las algas; o puede que el pequeño delfín confundiera aquella bolsa con una medusa y acabar tragándola, siendo éste uno de los motivos de muerte entre los miembros de su especie y otras muchas.

Fueron los miembros del Instituto para el Estudio de los Delfines Mulares (BDRI) los que el viernes, durante una de sus expediciones científicas, pudieron avistar y fotografiar a esa cría de delfín con la bolsa enredada en su hocico.

Esto llevó a la entidad, dirigida por Bruno Díaz, a hacer un nuevo llamamiento a la concienciación de la sociedad, pues "incluso si vives a varios kilómetros de la costa el plástico que tiras podría tener un efecto mortal en la fauna marina", advierte el biólogo a través de las redes sociales.

"Las bolsas de plástico son un verdadero peligro para los delfines -añaden en el BDRI-; una vez ingerido el plástico puede causar malestar estomacal e incluso una obstrucción intestinal".

Ya se alertaba de este peligro creciente hace unos meses, cuando a través de FARO DE VIGO representantes de la comunidad científica y colectivos naturalistas advertían de que a causa de los plásticos están en juego tanto la riqueza pesquera y marisquera de las aguas gallegas como su futuro turístico.

La Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), la Sociedade Galega de Ornitoloxía (SGO), Acuario O Grove, Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN), Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (Cemma), Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galicia (Adega), BDRI y Chasula Birds llevan tiempo advirtiendo de los riesgos.

Bruno Díaz incluso presentaba en junio los resultados de un estudio científico sobre la presencia de plásticos en las Rías Baixas que lo llevaba a señalar que "corremos un serio riesgo porque la cantidad de micro y macroplásticos en el agua sigue peligrosamente en aumento; y debe preocuparnos a todos porque aunque alguna gente cree que eso no va con nosotros, en realidad esta contaminación marina está ahí fuera, en la boca de nuestras rías, y empieza a afectar a su interior".

Tras haber documentado "una muy alta presencia de plásticos en nuestras aguas, ya sea dentro como fuera de la ría de Arousa", el director del BDRI concluye que "esto supone una seria amenaza para la vida marina y un problema notable también para los humanos".

Sobre todo ello reflexiona también la guía de Mexillón de Galicia cuando destaca que "a causa de los plásticos cada año mueren en nuestros mares un millón de aves y 100.000 mamíferos marinos y tortugas".

Sin olvidar que "el 90% de las especies marinas ingirieron productos plásticos en alguna ocasión" ni que "anualmente terminan en el mar ocho millones de toneladas de este producto contaminante". Aunque no se vean, ya que el 70% de los residuos marinos se acumulan en el fondo del mar y un 15% se mueve entre aguas. Solo el 15% restante termina depositado en la costa.