-Los tratamientos en el SPAD acostumbran a ser largos.
-Los alargamos intencionadamente porque sabemos que hay un alto índice de recaídas. Nos gusta ver a los pacientes cada cierto tiempo para saber como van. Así, si sufren una recaída y los vemos a tiempo también podremos ayudarles mejor y frenar mucho antes la nueva adicción.
-¿Hay que volver a empezar de cero cada vez que un paciente sufre una recaída?
-Sí, cada vez que un paciente sufre una recaída se le mina la autoestima, se siente cada vez más pequeño. Y pierde algo muy importante, que es la confianza en que puede salir adelante.
-Los psicólogos avisan de que está aumentando el número de jóvenes con problemas con el juego. ¿Acuden al SPAD?
-Nosotros sí estamos teniendo bastantes casos de chicos a partir de 16 años que nos vienen por problemas con el cannabis. Pero a medida que vamos investigando en su historia aparecen más problemas.
-La adicción a las redes sociales o al teléfono móvil aún no está catalogada como trastorno en los manuales psiquiátricos. Pero ustedes creen que ya es una realidad. ¿En qué consiste?
-La adicción se diferencia del abuso en la medida en que limita al paciente en el desarrollo de sus responsabilidades. Hay chicos que dejan de ir al instituto o que no hacen los deberes, o que se pasan la tarde tumbados en cama sin hacer nada más que mirar al móvil. Pero todavía no hay consciencia de que eso sea una adicción.
-¿En qué medida son responsables los padres?
-Muchos padres depositan toda la responsabilidad de la educación en los colegios e institutos. Tienen miedo a enfrentarse a sus hijos. Y si no les pones límites a cierta edad, el monstruo crece.