Convertir cada día en un reto para la mejora de cada jugador es una de las normas de conducta del campus. Por ello cada día arranca con un trabajo global centrado en la mejora física, pero desde aspectos como el desarrollo de la coordinación, la psicomotricidad o el equilibrio.

Posteriormente, el grupo de 97 niños se divide en varios subgrupos de 8 a 10 jugadores. Todos ellos atendidos por dos o tres entrenadores que desarrollan aspectos técnicos diferentes como el pase, el control, el disparo o el regate.

La repetición se convierte en una de las herramientas básicas para conseguir la mejora del gesto en cuestión. Todo ello aderezado con pequeñas competiciones que sirven como estímulo a los jugadores.

También hay tiempo para el refrigerio y la hidratación a media mañana para luego proseguir con diferentes desarrollos hasta la hora de comer. Y siempre con la atenta mirada de un cuerpo técnico con más de veinte entrenadores.