María Piñeiro Prieto tiene 81 años y un largo rosario de dolencias en las articulaciones y los huesos. El premio a una vida de trabajos que empezó a los ocho años. "De niña iba hasta A Lanzada y traía cestas cargadas de congrios encima de la cabeza. También trabajé en una fábrica, y cuando venían los inspectores me escondían en el baño porque era menor".

A los 19 años se fue a Venezuela, en compañía de una vecina que se marchó con una hija. "Mi padre se había ido unos años antes. Aquí era pescador y allí cuidaba pollos en una granja. En esa época en Venezuela se ganaba mucha plata gracias al petróleo".

Se empleó como ama de llaves en una casa de nuevos ricos, pero las cosas no le fueron bien. "Solo veía a mi padre algunos martes, y comía las sobras. Me moría de hambre". Dos años después, su padre había ganado tanto que empezó a pensar en volver a Galicia. Pero antes quería ver a dos hermanas que tenía en Argentina, y a las que no conocía. Viajaron allí, y se quedaron para siempre. Hoy, María Piñeiro es otro ejemplo de lo dura que es la emigración. Tiene una hermana en Boston (Estados Unidos) a la que no ve desde hace años.

Otra de las arousanas que recalarán este verano en O Salnés un máximo de mes y medio gracias al programa "Reencontros na casa", de la Xunta de Galicia, es Benilde Martínez Millán, nacida en Armenteira (Meis), y que pasará esta estancia en Dorrón (Sanxenxo). Se fue a Argentina en 1967, y no volvió a pisar Galicia hasta 1995. Como tantos otros, tuvo que superar el desgarro emocional que supone romper el vínculo con las raíces durante un largo periodo de tiempo.

"Cuando eres joven lo llevas bien. Luego, a medida que empieza a faltar la gente que conocías llega la 'morriña'. Pero ahora ya nos acostumbramos. Hay otra gente que ocupó el lugar de los que faltaban, y están los nietos". De 72 años, fue modista. "Cosí hasta que los nietos me robaron la aguja".