Las Fervenzas de Raxoi y de Parafita, en el Concello de Valga, forman parte de uno de los muchos enclaves naturales privilegiados de los que puede presumir Galicia. Están rodeadas de una frondosa masa arbolada autóctona y son lugar de "peregrinación" para miles de vecinos y visitantes, algunos llegados desde muy lejos.

De un tiempo a esta parte, al abrigo de su plan para promocionarse turística y medioambientalmente, el gobierno de José María Bello Maneiro ha impulsado diversos planes de mejora de este tipo de parajes, tanto instalando señalización como adecentando los accesos.

Tal circunstancia ha permitido, por ejemplo, la instalación de una nueva pasarela de madera que facilita enormemente el acceso a la Fervenza de Raxoi, en el lugar del mismo nombre.

Tras una inversión de 7.500 euros -posible con ayuda de la Diputación de Pontevedra- los visitantes pueden acceder al río Valga y a sus cascadas mediante una pasarela de madera con escaleras que sortea la pronunciada pendiente y evita muchos sustos, y sobre todo posibles accidentes.

Es un tramo que recorre 22 metros de espacio natural que se convierte en un sendero del máximo atractivo, con 1,20 metros de ancho, elaborado por la empresa local Valdeza con madera de eucalipto en sus postes y barandillas, mientras que el piso es de tablas de pino con un tratamiento especial que mejorará sus prestaciones.

Evidentemente, y así lo destacan en el gobierno valgués, fueron enormes la dificultades para trasladar a la zona todo el material necesario en la obra, ya que es una zona con acusados desniveles y un terreno que complicaba de manera notable el anclaje de la estructura.

En el Concello, donde animan a los ciudadanos a disfrutar de la belleza de este espacio, aseguran, y esto es tanto o más importante, que durante todo el proceso constructivo "se respetó el entorno natural y no se varió en absoluto la morfología del terreno para no causar daños" a la importante vegetación de ribera.

Tanto es así que incluso se conservaron algunos árboles existentes en el trazado que ahora quedan "incrustados en la propia pasarela", lógicamente dejándoles espacio suficiente para que puedan seguir desarrollándose.