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"¡Cuántos niños se habrán hecho en un molino!"

En los folletos turísticos suele decirse de las moliendas que eran momentos de encuentro social en las aldeas, y que más de una acababa convertida en una pequeña romería, con música de gaitas y panderetas, y baile. Pero Ramón Rodríguez opina que en ese tipo de relatos "hay mucho de leyenda". "Yo esas romerías nunca las vi. La gente iba a los molinos a aprovechar las horas para moler y para hacer la mejor harina posible. Con el hambre que había en aquella época no creo que la gente estuviese para muchas fiestas".

Eso sí, cree que los molinos habrán sido más de una vez el refugio donde los matrimonios encontraban la intimidad que tan difícilmente tenían en sus casas, "donde vivían padres con hijos, abuelos y tíos". "¡Cuántos niños se habrán hecho en un molino!", exclama este hombre que conoció el esplendor de una época.

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