| Los tonos ocres del otoño y la ceniza que forma parte del rastro dejado por los incendios del pasado año dejan paso a un manto verde y negro, el de la hierba y la tierra recién arada, que cubre la comarca de un extremo a otro. Tras las intensas lluvias y la llegada de las altas temperaturas la primavera explosiona en todo su esplendor, con lo bueno y lo malo que esto conlleva. Es claramente apreciable en el rural, donde tierras de cultivo y viñedos están cubiertos de una espesa capa vegetal que en muchos casos hay que eliminar. Es el trabajo del campo, que el miércoles cobra tintes festivos en Valga con el encuentro intergeneracional de la siembra del trigo. A la derecha, la celebración del año pasado.