Una de las muestras más reconocida de los tesoros arqueológicos de municipio de Meaño son los petroglifos de A Sobreira, un conjunto de grabados prehistóricos hallado en los años 80 por un escolar en el monte de Xil. Fue José Manuel Villar, entonces un chaval de 12 años que vivía en el barrio de Carballoso en Xil, quien descubrió algo más de media docena de grabados excelentemente conservados en una roca ubicada en la ladera de poniente en el monte de A Sobreira.

"Era una zona a la solía acudir con los perros siendo chaval -rememora José Manuel Villar-, y fue una tarde que subí al monte con el objeto de realizar un dibujo para el colegio que, encaramado a la piedra, descubrí los grabados por casualidad. Los identifiqué porque precisamente estábamos dando esos días en clase el tema de la Prehistoria y hablábamos de petroglifos".

"Cuando llegué al colegio -continúa- lo compartí con el profesor Benito Orge y los compañeros de clase. Juntos hicimos entonces una salida al monte para conocerlos y pusimos luego el hallazgo en conocimiento del museo de Pontevedra. Para todos nosotros fue una alegría inmensa".

José Manuel Villar reconoce que la roca de gran tamaño "era entonces muy visible porque apenas existía arbolado en esa zona de monte, pero ahora está todo ello poblado de eucaliptos y encontrar la piedra no es hoy tarea fácil, ni para mí". Afincado en Raxó este meañés lamenta que la zona no esté señalizada: "es una pena -afirma- que la gente no conozca este hallazgo, si bien en ocasiones no sé si es mejor así a fin de evitar que sufra algún daño"

No son los únicos petroglifos hallados en el municipio meañés, pero sí los mejor conservados. Y es que entre el monte de Meaño y Xil, a la altura del lugar de Campos, aparecieron otros en unas rocas inmediatas a la autovía de O Salnés. Algunos testimonios afirman que "se descubrieron en parte cuando la construcción de la citada autovía, pero se echó tierra sobre el asunto para no tener que variar el trazado de la infraestructura, cuyas obras se llevaron algunos de los mejores grabados".

Amén de estos dos hallazgos, existen indicios en el municipio de Meaño de la presencia, cuando menos, de dos antiguos castros, uno en la cima del monte San Cibrán en Cobas y otro en Dena, en el lugar cuyo toponímico reza precisamente con el nombre de O Castro.

San Cibrán es un montículo que se eleva 209 metros sobre el nivel del mar y en él convergen los concellos de Meaño y Ribadumia. Desde su cima, enclavada en la parte meañesa, se divisan algunas de las panorámicas más bellas de la comarca arousana. El último tramo, más escarpado, lo convierten en una zona de fácil defensa, idónea para el enclave de un castro. Las leyendas que versan sobre el montículo no hacen sino refrendar la teoría.

Una expedición de escolares, con el maestro Benito Orge en los años 80, halló vestigios de aquel castro. "Recuerdo que fuimos al monte provistos de unas azadas -rememora Benito Orge- en lo que era un salida didáctica. Una vez en la cumbre, donde existe una pequeña explanada coronada hoy por el cruceiro de Francisco Pazos, retiramos la capa superficial del terreno con las azadas y a poco que sachamos hallamos ya el perímetro circular en piedra de varias viviendas".

Sobre el papel, el poblado ofrecería tres muros concéntricos, uno exterior y dos interiores. Los ancianos de Cobas recuerdan como sus ancestros bajaron carros de piedra de aquellos viejos muros de San Cibrán para construir viviendas y alpendres abajo en la aldea. Ancianos que, además, atestiguan la aparición de restos de conchas de marisco bajo el suelo. Pese a las evidencias, ninguna administración se ha avenido a promover prospección arqueológica alguna en el monte para la puesta en valor del enclave.

Un monte de San Cibrán sobre el que circulan antiguas leyendas vinculadas precisamente a los castros, transmitidas de forma oral de una a otra generación. Entre ellas la leyenda de la "trabe de ouro" mito según el cual existía una "trabe" a modo de viga de oro subterránea que unía castros o lugares emblemáticos, fabulación que aludía a fastuosos tesoros escondidos. Preguntado en 2015 el vecino Nicanor Riveiro daba fe del dicho escuchado a sus ancestros: "desde Monte Lobeira a San Cibrán -afirmaba-, pasando polos Aforcados (monte de) hai unha cadea de ouro que vale sete reinados".

El dicho mentaba la supuesta viga o cadena de oro oculta bajo tierra, versión del mito de la "trabe" de oro de los castros en el noroeste peninsular. Incluso, confiados en la leyenda, vecinos de Cobas, provistos de pico y pala, cavaron en los años 30 del siglo pasado durante días el monte en busca de aquel fastuoso tesoro que nunca apareció.

En el barrio de O Castro en Dena existen también indicios de un antiguo castro. Se ubicaría en una ladera pronunciada que mira a poniente, con la ría al fondo. En la parte baja de dicha ladera se construyó en los años 90 el nuevo cementerio "O Pombal" de Dena. Vecinos de Dena atestiguan que durante la excavación afloraron indicios del supuesto castro que fueron silenciados en aras a poder proseguir con la construcción del camposanto. Entre las piezas halladas, se constata la aparición de alguna hacha, e incluso un molino de piedra que, a modo de tesoro, acabó en la vivienda de algún vecino.

Amén de los citados, Meaño cuenta con dos enclaves más, propicios a la existencia de antiguas castros. Uno a caballo entre las localidades de Nantes y Lores ("O Castro" de Nantes), y otro en la zona de Outeiro, un promontorio escarpado con caída hacia poniente también en la localidad de Cobas.

Molde de fundición

Fue precisamente en la ladera del monte de O Castro, pero hacia el mediodía, que apareció la mejor pieza de todas cuantas se hallaron en Meaño: un molde de fundición de hachas, esta sí catalogada a mediados de los años 90 por la investigadora del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago, la vilagarciana Beatriz Comendador. La pieza en cuestión fue hallada por un viticultor que, a inicios de los 70, se afanaba en cavar un agujero en la era de su casa en O Castro con el objeto de colocar el estribo en un poste para el alambrado de su viñedo. La pieza hallada pasó a manos de José Sineiro, un convecino de Dena aficionado a las antigüedades, quien la puso en conocimiento de la Universidad de Santiago.

La importancia de la pieza estriba en la escasez de hallazgos relativos al proceso de producción metalúrgico en Galicia. Se trata de un molde para fundir hachas en sus dos caras, con forma navicular, y una longitud máxima de 35 centímetros de largo por 18 de ancho, y un máximo de 7 centímetros de altura. En su base curva posee también un molde menor, de 75 por 55 milímetros, de peor factura. Es una pieza singular, elaborada en granito de dos micas, de textura equigranular de grano fino y que tiene propiedades refractarias. Los expertos apuntan que, posiblemente, el molde tuviera una tapa de cierre que permitiría utilizarlo posición vertical pero que, probablemente, no se llegó a usar.

La peculiaridad del hallazgo de un molde en granito viene dada por cuanto solía emplearse como materia prima para este fin piedra caliza o arenisca, que son menos porosas, pero en este caso se tiró de un recurso local abundante como es el granito. Los investigadores concluyeron que por su tipología, el molde puede datarse en la transición del III a II milenio a. C.

Otros dos hallazgos, probablemente de época neolítica, fueron descubiertos por el escultor Francisco Pazos en la finca donde se asienta su casa-taller. Se trataba de un hacha de piedra de unos 17 centímetros de longitud, más otra que era un afilador de piezas de piedra. "Se las dejé a un profesor que las iba a presentar en el Museo de Pontevedra -rememora el propio Francisco Pazos- pero, avatares de la vida, las piezas no volvieron nunca a mis manos y, que yo sepa, nunca acabaron en el Museo".

Mámoas

Meaño alberga además varias mámoas. De ellas han sido catalogadas las de la finca de A Balada, ubicadas al pie del monte Penaguda en la parte de Xil, dentro del solar que hoy es propiedad de las bodegas Paco&Lola, y que la propia firma señalizó hace una década en aras a su conservación y puesta en valor.

Se trata, en realidad, de tres túmulos, si bien una tercera fue destruida parcialmente cuando se construyó en el pasado un vial en la zona. También en la parte alta del monte de Lores, en el límite con Sanxenxo, se ha constatado por el perfil del terreno, la existencia, cuando menos, de dos mámoas más.