Los restos de San Fidel desembarcaron en la isla de Cortegada allá por 1817 gracias a los esfuerzos de Simón Álvarez Robés, un carrilexo que destacaba por su actividad comercial.

Como se puede imaginar, en aquella época las condiciones de navegación no eran las idóneas, por lo que el traslado desde Roma fue muy lento y tedioso. Después de casi un año de navegación y tras hacer escala en Ibiza, los restos del mártir italiano desembarcaron en la isla de Cortegada y fueron depositados en el santuario de la Virgen de los Milagros. Allí permanecieron unos veinte días custodiados por los vecinos de la isla mientras que una comisión comprobaba que los sellos estuvieran intactos.

Posteriormente, la urna fue trasladada en compañía de la Virgen y fue recibida por una multitud de personas en el muelle. Desde entonces sus restos descansan bajo el Sagrario de la parroquia de Carril y cada año los vecinos honran su presencia.