-¿De dónde le viene el interés por la meteorología?

-Estudié Geografía e Historia en la Universidade de Santiago de Compostela, y una de las asignaturas era Meteorología y Climatología. Fue algo que me llamó mucho la atención porque se trataba de fenómenos que veía todos los días y a los que no les daba importancia. Eso se lo traspasé a mis alumnos y lo plasmé en los libros de texto que escribía con mi equipo.

-¿Aún hacen falta las estaciones manuales en plena era digital?

-Los aparatos son cada vez más sofisticados, y permiten tomar datos a distancia. Pero ese sistema no es completamente de fiar como para retirar las estaciones manuales. Además, los voluntarios pueden observar fenómenos meteorológicos puntuales que a una estación digital se le escaparían como lo sucedido en febrero en Meis.

-¿Y necesitan a alguien en O Salnés?

-En estos momentos necesitamos a una persona que atienda la estación de Sanxenxo. Nos interesa mucho porque la persona que la llevó hasta hace poco ha recogido datos durante más de 20 años, pero necesitamos llegar a los 30 para completar una serie climática y usarla en el futuro para determinar si hubo o no cambios en el clima en una etapa determinada.

-¿Roba mucho tiempo ser voluntario de la Aemet?

-Hay muchos tipos de colaboradores y muchos grados de implicación. Hay desde gente que va anotando los fenómenos a lo largo de todo el día hasta otros que solo acuden a la estación una vez al día para registrar los datos de la jornada anterior. La condición en ese caso es que hay que ir siempre más o menos a la misma hora.

-¿Y es una afición adictiva?

-Sí, e incluso es transmisible a otros parientes. Hay muchos colaboradores que son hijos y hasta nietos de antiguos voluntarios. Yo ya tengo heredero, porque mi yerno está interesado en llevar la estación.