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Así se enseña en el colegio de Vilanova que visitó Tonucci

En la escuela de San Miguel se hace gimnasia todos los días y los propios alumnos son "profesores" para los más pequeños

Tonucci (a la derecha), y Javier García (izquierda) junto a otra profesora y el vicepresidente de la Diputación, César Mosquera, durante una de las clases de Psicomotrocidad en Viñagrande. // Noé Parga

El psicopedagogo italiano Francesco Tonucci aboga por poner patas arriba el actual sistema educativo. Porque aunque afirma que le preocupa que sus ideas sean tildadas de "revolucionarias", cuando en su opinión son únicamente la aplicación del sentido común, la realidad es que sus planteamientos distan mucho de la situación actual. Pero hay un colegio en Vilanova donde están haciendo cosas parecidas a las que propone Tonucci.

El centro de Educación Infantil y Primaria Viñagrande, de San Miguel de Deiro (Vilanova) está inmerso desde hace unos años en un proyecto global de innovación educativa. Y aunque sus propuestas no estén sacadas directamente del psicopedagogo italiano que esta semana recorrió la provincia de Pontevedra -y que visitó en su periplo la escuela vilanovesa-, sí están de algún modo inspiradas en su filosofía y modo de entender la educación y el desarrollo del niño.

En el colegio de San Miguel, los niños de Infantil y los de los dos primeros niveles de Primaria, por ejemplo, empiezan todos los días con una sesión de Psicomotricidad, cuando lo habitual en otros centros es que solo se le dediquen dos horas a la semana a esta materia. Además, hacen gimnasia descalzos, pues los profesores consideran que de ese modo se estimulan las plantas de los pies, lo cual reactiva a su vez las conexiones neuronales.

Otra de sus características es la apuesta radical por el diálogo. Así queda de manifiesto viendo las aulas, en las que las mesas están dispuestas formando grupos para facilitar que los escolares interaccionen entre ellos. El diálogo es precisamente la principal herramienta que se utiliza para la resolución de los conflictos. En el colegio de Viñagrande no se utiliza la palabra "castigo", y lo que se aplica en su lugar son las "consecuencias". El director, Javier García (A Illa, 1977), explica que "la sociedad se rige por unas normas, y si no las cumples hay unas consecuencias".

No existe un catálogo cerrado de "consecuencias", pero lo que se hace por ejemplo en los casos de maltrato verbal es "fomentar el diálogo entre los alumnos implicados en un aula de convivencia". Un aspecto que utilizan mucho en la resolución de conflictos es el "cara a cara" entre los implicados, con la supervisión de un adulto. La "consecuencia" que no existe en San Miguel es la de prohibir a un niño el acceso al recreo, como sí sucede en otras escuelas.

También se celebran "faladoiros", que son unas asambleas, en las que los niños pueden hablar de lo que quieran, así como unas "reuniones en círculo", que se celebran los miércoles, y en las cuales pueden expresar sus sentimientos y emociones. Es también uno de los momentos en los que los profesores "abordan temáticas actuales complejas, como la guerra o los malos tratos, para ayudar a los niños a comprenderlas".

Otra de las características más singulares de Viñagrande es que en las aulas se juntan alumnos de diferentes edades. Así, se forma un gran grupo en Infantil (de tres a cinco años), y en Primaria se juntan los niños de dos en dos cursos. Javier García señala al respecto que en su opinión "los alumnos no tienen que estar clasificados según su año de nacimiento. Al estar juntos, el pequeño mira lo que hace el grande, se esfuerza más y aprende por imitación".

El mayor, por su parte, "asume casi el rol del profesor y ayuda a su compañero más pequeño. Eso genera que se ponga en otra posición". Según el director, una de las patas de su proyecto es el cambio de roles entre alumnos y profesores. "Hay que desterrar el rol del profesor como poseedor de la verdad absoluta. Queremos que el alumno sea mucho más protagonista en el proceso de aprendizaje".

Aunque a nivel oficial se mantengan los nueve cursos de Infantil y Primaria, tal y como sucede en cualquier en otro centro, a nivel interno en el colegio de San Miguel de Deiro hay cuatro estadios diferentes, según las edades: los Viñananos, los Viñapeques, los Viñamedios y los Viñagrandes. "Tonucci nos propuso arriesgar más -admite García- y hacer más mezclas de edades. Es algo que habrá que valorar".

Esta fusión de edades, unida al fomento del diálogo, parece tener relación con la escasa conflictividad que se registra en el colegio de Viñagrande. En palabras de Javier García, "al tener la obligación de cooperar, eso les obliga a hablar a menudo, por lo que tienen un conocimiento mutuo bastante grande y pueden autogestionar mejor las situaciones de conflicto".

Los cuatro momentos

Javier García explica que cuando el claustro decidió embarcarse en el actual proyecto se tomó la determinación de que había que cambiar muchas cosas. Se acometieron transformaciones en los espacios físicos, abriendo determinadas aulas y decorándolas de forma específica, pero también a nivel temporal, de modo que se cambiaron los horarios de clase.

La jornada en Viñagrande no consiste en una secuencia de materias, sino de "momentos". Así, el día comienza con un "momento colectivo", en el que se incluye el programa de estimulación temprana, con las sesiones matinales de Psicomotricidad, y un aprendizaje lúdico que se realiza en un gran aula donde hay varios espacios diferenciados, para que los alumnos aprendan mientras juegan.

Le sigue el "momento vivencial", en el que se imparten conocimientos, pero desde un punto de vista eminentemente práctico. El tercer "momento" es el de ocio, el recreo; y la mañana termina con el "compartido", en el que se desarrollan los contenidos basados en proyectos. Hace dos semanas, por ejemplo, se trabajó el arte mediante la figura de la pintora mexicana Frida Kahlo, y actualmente, están inmersos en otro sobre las mascotas.

En lo que están trabajando ahora es en la creación de comisiones de estudiantes por áreas -como la del patio o la de la biblioteca-, cuya finalidad, una vez más, es darle protagonismo a los niños. "Queremos darle voz para que sientan el colegio como suyo, para que vean que sus propuestas son escuchadas y surten efecto". A fin de cuentas, ellos son el futuro, pero también son presente.

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