El Instituto Galego de Formación en Acuicultura (Igafa) de A Illa fue el escenario ayer de una charla protagonizada por una exalumna del centro cuya vida laboral se ha orientado lejos de las rías gallegas y de las grandes piscifactorías. Amagoia Olatz Labarga ha apostado por la cooperación con países en desarrollo para mejorar su seguridad alimentaria aplicando modelos innovadores de acuicultura integrada a pequeña escala y en pequeñas poblaciones que, muchas veces, no cuentan con el sustento suficiente.

La experiencia despertó el interés de alumnos y profesores del centro, que asistieron a las explicaciones de Labarga, para preguntar, posteriormente, sobre las incidencias técnicas que se ha encontrado en su trabajo, tanto en esta experiencia de Senegal, como en las anteriores, sobre las incidencias técnicas que ha tenido que afrontar o sobre las infraestructuras utilizadas para llevarlo a cabo.

En esa apuesta, su camino se cruzó con la ONG Aida, Ayuda, Intercambio y Desarrollo, lo que la ha llevado a recorrer, aplicando proyectos de acuicultura, Camboya, Bangla Desh, y en el último año, Senegal. La experiencia en Senegal, que comenzó en enero de 2016 y finalizará en junio de este año, fue la que dio a conocer a alumnos y profesores del centro de A Illa, explicando los problemas con los que se encontró a la hora de poner en marcha un proyecto de acuicultura a pequeña escala que puede ser fundamental en la alimentación de las pequeñas localidades de Saré Coubé y Mballocounda, lugares de la región senegalesa de Kolda, e incluso ampliar sus perspectivas económicas.

En esas dos comunidades, la ONG nacida en Segovia impulsó huertas comunitarias en años anteriores, dentro de los programas de cooperación que está llevando a cabo en la zona.

Sin embargo, se decidió dar un paso más e introducir una acción innovadora que sirviese para diversificar la producción, promover el acceso al pescado fresco (muy complicado en una zona del interior de Senegal) y mejorar su seguridad alimentaria, al incluir una serie de proteínas en sus dietas de las que prácticamente carecían.

Con esa intención se presentó Labarga en Kolda en enero de 2016, explicando a las 215 familias implicadas en el proyecto que podían cultivar peces igual que vegetales. Hace dos meses la idea se convirtió en realidad, al sembrar cerca de 1.300 individuos de tilapia, una población que se ampliará con 3.500 unidades más en los próximos días.

En el proyecto se ha conseguido integrar los cultivos de la zona, al ser regados los viveros con agua residual de los estanques en los que se cultiva la tilapia, y los restos de la última campaña de hortalizas se secan en las huertas a la espera de que el equipo de acuicultura los recoja y convierta en harinas para alimentas a los peces.

Así, la inversión, tanto en alimento como en fertilizantes se minimiza, de la misma forma que se ahorra en agua y en el impacto ambiental de los cultivos.

Este proyecto ha sido cofinanciado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y por el ayuntamiento de Segovia. La ONG cuenta con un socio en el país como es el Mouvement des Jeunes pour la Paix et l'Integration (MJPI) con la que colaborará a la hora de comprobar la evolución del proyecto y garantizar su continuidad en el futuro, así como la resolución de posibles problemas que se puedan detectar.

Amagoia Olatz Labarga ya lleva siete años implicada en estos proyectos de cooperación, un campo al que siempre tuvo claro que quería orientar su formación.

Formada en biología por la Universidad de la Laguna, recaló en las dependencias del centro de formación de A Illa con el objetivo de especializarse en acuicultura y cooperación. Con 38 años a sus espaldas, la joven nacida en San Sebastián regresa en los próximos días a Senegal para completar el proceso del que es coordinadora sobre el terreno, antes de regresar a Madrid para poner en marcha una nueva iniciativa.

"Me formé en el cultivo de peces, pero consideré que tenía que darle una mayor utilidad a mis conocimientos, más allá de trabajar en una planta de producción, una utilidad que fuese justa y real, además de ser productivo para la población", lo que la llevó a integrarse en la ONG Aida, entidad que siempre trabaja en países poco desarrollados en campos técnicos como la medicina o la propia acuicultura.

Su primer destino fue Camboya, en un proyecto para el cultivo de tilapia, pez rato y carpa, entre otras especies, impulsado por el propio gobierno del país con el que colaboró, antes de desplazarse a Bangla Desh para poner en marcha un proyecto acuícola centrado en los colegios.

En el país asiático se encontró con el problema de los casamientos tempranos, que provocan que niños que apenas han salido de la infancia "pasen a ser adultos y tengan que buscar una forma de subsistir, tienen que encontrar comida y garantizar una serie de ingresos para el núcleo familiar", explica. Allí les mostró las posibilidades de cultivo de peces de la región para alcanzar ese objetivo. En los tres puntos en los que se ha implicado, los cultivos de peces siempre han sido de agua dulce.

La ONG Aida nació en Segovia en 1999 gracias a un grupo de personas comprometidas en la lucha contra la pobreza en el Tercer Mundo. Más tarde se centralizaría en Madrid, aunque con delegaciones en varias comunidades autónomas, pero siempre centrada en el mismo objetivo: diseñar proyectos enfocados hacia el desarrollo productivo que sirviesen a las familias a generar sus propios recursos. En los últimos quince años han estado presentes en varios países de África, América Latina y Asia, ayudando a un total de cinco millones de personas. Aunque la ayuda económica que reciben es fundamentalmente de aportaciones de otras instituciones, la entidad ha buscado generar siempre sus propios recursos, como el proyecto Aida Books & More, una librería solidaria en la que se ponen a la venta libros de segunda mano. En 2016 consiguió traer a España a 39 niños de Guinea Bissau para que pudiesen ser tratados de diferentes cardiopatías pediátricas antes de regresar a su país de origen.