José Manuel Acha y Manuel Sampedro probablemente nunca hubiesen cruzado sus vidas si la pasión por la música tradicional no existiese.

Sin embargo, ese amor por los instrumentos tradicionales les llevó a conocerse, primero, a través del contacto telefónico y de las redes sociales tras ponerlos en contacto un conocido común de Noia que se trasladó a vivir en Caldas, y después, en persona para formar un tándem en el que el gaiteiro vilagarciano actúa como "cobaya" para las investigaciones que realiza Sampedro.

Desde el primer día que se conocieron, Acha siempre estuvo asombrado por el compromiso que destila Sampedro con la música tradicional gallega pese a encontrarse a miles de kilómetros de aquí y rodeado de una cultura muy diferente. "Él emigró cuando era un adolescente a Suiza, pero nunca dejó de lado la música tradicional, que era una de sus grandes pasiones", explica Acha.

Pese a encontrarse tan lejos, siempre mantuvo el contacto con ella a través de los centros gallegos de la zona, hasta que la decadencia de los mismos lo llevó a quedarse solo ensayando y a diseñar, prácticamente de forma autodidacta, las piezas para la gaita.

Encontrar a Acha fue una auténtica liberación para el joven suizo ya que "le permitió comprobar si sus ideas se podían adaptar o no al instrumento o conocer cuales podían ser nuestras necesidades y nuestros problemas".

Sampedro no ha centrado sus investigaciones solo en la gaita, sino que también ha experimentado con otros instrumentos, elaborando piezas para la zanfoña que "funcionan y se adaptan al sonido de este instrumento", o diseñando diferentes tipos de panderetas.

Residente en la localidad de Waldstatt, allí Sampedro cuenta con un pequeño taller en el que elabora esas piezas, e incluso, un nutrido grupo de gaitas y hasta dos zanfoñas.

Acha espera que esta sociedad continúa siendo fructífera en el futuro por el bien de la música tradicional y pueda "aportar muchas cosas para mejorar un instrumento como es la gaita".