Los vecinos de O Grove muestran su indignación ante los actos vandálicos que no cesan y el feísmo urbanístico que se mantiene e incluso acrecienta en la localidad, a pesar de tratarse de un pueblo que, por su indudable potencial turístico, está obligado a mantener siempre una buena imagen

No es la primera vez que se habla de la existencia de edificios ruinosos o inmuebles inacabados que afean el entorno. Ni tampoco es la primera ocasión en la que sale a relucir el enfado de los vecinos por la proliferación de pintadas que afectan tanto al patrimonio público como a los bienes privados.

Pero de un tiempo a esta parte la indignación parece haber aumentado, sobre todo al comprobar el deplorable estado en que se encuentra la importante colección de esculturas de que dispone esta localidad.

Esa red escultórica, repartida por todo el centro urbano y en gran medida obtenida gracias al simposio internacional de escultura al aire libre que se hace coincidir desde hace más de dos décadas con la Festa do Marisco, no solo presenta daños estructurales graves fruto de la acción de los vándalos, sino también una gran cantidad de pintadas, algunas de muy mal gusto, que destrozan el valor artístico de las obras.

En los últimos días las redes sociales se han hecho eco de esta problemática, de tal modo que han sido muchos los vecinos que lanzaron un mensaje a los representantes políticos de la localidad pidiéndoles que actúen en consecuencia y busquen soluciones urgentes.

A modo de ejemplo puede citarse a un grovense como Francisco Padín Sanmartín, que después de más de cuatro décadas emigrado ha regresado a su pueblo natal y lo recorre habitualmente con su cámara de fotos colgada al hombro para mostrar en las redes sociales instantáneas con las que presumir de la belleza de la península meca.

Campaña en Facebook

Pero en ese recorrido también se ha topado con la asombrosa imagen de buena parte del patrimonio público, y al denunciar su mal estado en Facebook ha promovido en cierto modo una campaña ciudadana con la que se propone buscar un final a la situación.

"Nos hemos acostumbrado a ver las muchas pintadas que ensucian multitud de edificios, calles y barrios de nuestro pueblo y pasamos de largo cuando nos encontramos con múltiples ejemplos de estos ataques a la propiedad privada o al patrimonio de todos, por lo que ya ni nos fijamos en estas aberraciones", reflexiona el grovense.

A su juicio "nos hemos acostumbrado a ver las pintadas como algo normal, a pesar de que somos un pueblo que depende en gran medida de nuestra imagen, que es uno de los ingredientes principales de nuestro reclamo como destino turístico".

Con este toque de atención sobre la proliferación de pintadas, y refiriéndose también al asunto urbanístico, Francisco Padín Sanmartín quiere advertir de que "este paraíso del que nos sentimos tan orgullosos pierde mucho cuando se contrasta con el feísmo tan preponderante en muchos lugares de nuestro querido pueblo, y que se manifiesta en tantísimos esqueletos abandonados de edificios sin rematar; en tantas casas deshabitadas y descuidadas; en tantas viviendas antiguas en ruinas; en tantos terrenos valdíos convertidos en puntos sucios; y por supuesto, en la omnipresencia de las pintadas en el mobiliario urbano y en todas las esquinas de nuestra villa".

Su reflexión, sin duda compartida por otros muchos grovenses, le lleva a denunciar que "estos 'adefesios' se encuentran en el mismísimo centro neurálgico de O Grove, además de ser heridas urbanísticas con las que tropezamos en la mayor parte de nuestras calles y barrios".

El problema, considera Padín, es que todo esto "nos va pasando factura" debido a la mala impresión que se llevan de O Grove "aquellos que nos visitan, y de quienes dependen mucho nuestros ingresos como destino turístico".

Pero eso no es todo, pues también tiene presente "el daño que nos hacemos a nosotros mismos como miembros de esta comunidad de ciudadanos".

Y aclara que "nos hacemos daño cuando perdemos nuestra sensibilidad al efecto negativo que pueda tener sobre nuestras vidas cotidianas el estar rodeados de un entorno que se desmorona, salpicados por la dejadez y abandono que transmiten estas estructuras descuidadas y la anarquía de las pintadas que proclaman la falta de respeto al prójimo".

Lo cierto es que este hombre que se confiesa "enamorado de nuestra tierra" y dice ser meco "por los cuatro costados", parece especialmente sensible ante la citada mala imagen de su pueblo natal "después de haber vivido lejos de aquí por más de 45 años".

Y ahora no pretende causar malestar entre sus convecinos ni buscar responsables entre los representantes políticos. Lo único que busca es una reacción de los mecos para revalorizar su localidad y acabar con ese feísmo "que ya hace tiempo se viene apoderando de nuestro pueblo".

De este modo pide "que abramos los ojos ante lo que está pasando a nuestro alrededor; que nos miremos al espejo como comunidad y que asumamos la completa responsabilidad por lo que nos rodea, con madurez y sin sentimientos de culpabilidad hacia nuestros vecinos o hacia nosotros mismos para asumir la tarea de explorar y buscar soluciones a esta situación que crece silenciosamente como un cáncer en el seno de nuestra tierra materna".

En definitiva, que arenga a los mecos para unirse contra el feísmo y el gamberrismo, para lo cual "tenemos que aceptar que esa enfermedad ya se está transmitiendo a las generaciones más jóvenes de nuestras familias".