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Mantenimiento del patrimonio arousano

La maleza invade los yacimientos de Alobre y Monte do Castro tras marcharse las cuadrillas

El fin turístico que se pretendía ya perdió toda posibilidad en este verano - Xestas de enorme tamaño ya han colonizado los dos territorios -Europa ya aportó más de un millón de euros a estos programas arqueológicos

GALERÍA | La maleza cubre las estructuras excavadas en Besomaño. // I. Abella

Castro Alobre y Monte do Castro acusan un enorme abandono desde que las cuadrillas contratadas dentro del programa europeo para la recuperación de los 18 yacimientos galaico-romanos han finalizado su primera intervención. El proyecto se presentó a bombo y platillo porque se trata de poner en valor unos restos arqueológicos que pueden cubrir muchas lagunas de un período muy desconocido a pesar de que es uno de los más estudiados por historiadores.

Las brigadas de arqueólogos elegidas por la Diputación comenzaron en Santa Tegra (Tui) y luego se desplazaron a Ribadumia para continuar en Vilagarcía y actuar ahora en A Lanzada. Pasado el tiempo, los dos yacimientos arousanos sufren una preocupante desatención.

Por ello, el núcleo arqueológico vilagarciano en absoluto puede servir como reclamo para el turista ávido de conocer la historia de la localidad, pero tampoco el de Ribadumia donde se trabajó durante tres años, como se pretendía.

Los dos yacimientos de referencia son diferentes entre sí pero han implicado un coste de más de un millón de euros con la idea de rescatar estos espacios para conocimiento de los vecinos y también para disfrute de los miles de visitantes que estos meses invaden literalmente la costa de Galicia.

Pero lejos está dicha realidad. El Monte do Castro presenta un estado selvático que pone en peligro la excavación que se desarrolló durante tres largos años, la cual como se recordará fue iniciada por arqueólogos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y continuada por la Diputación de Pontevedra, en la era de Rafael Louzán y en la actual de Silva.

De momento, los trabajos realizados en la primera fase mantienen un grado de conservación aceptable pues se han consolidado las estructuras de forma muy minuciosa con un complejo drenaje del suelo y tratamientos de pavimentación con jabre que dificultan el crecimiento anárquico de la vegetación.

Pero no es lo mismo en la croa o cima del monte, una de las zonas arqueológicas más ricas de la excavación pero que quedó a medias, por falta de presupuesto.

En estos momentos, las estructuras que han salido a la luz vuelven a estar cubiertas por tierra y maleza y en muchos de los muros se aprecia cierto desmoronamiento, a pesar de que las construcciones se habían protegido con redes de sujeción, numerosos sacos terreros y tela de geotextil, que también sufren el paso del tiempo.

Otro tanto de lo mismo se observa ya en Castro Alobre, el gran yacimiento en el que durante cuatro meses ha intervenido una brigada formada por doce operarios dirigidos por tres arqueólogos y que trataba de poner en valor este espacio para que pudiera ser visitado este mismo verano, pero dos meses después del fin de la intervención, el lugar ofrece un aspecto poco recomendable para el ciudadano común.

En estos cuatro meses se han descubierto al menos una decena de construcciones antiguas, de la época castrexa y romana, de gran interés para los historiadores.

Sin embargo recomendar su visita sería una osadía, sobre todo porque un cartel prohíbe expresamente la entrada en el recinto por "riesgo de accidente".

El área de intervención permanece acotada por una valla que rodea la zona excavada de modo que la entrada ni siquiera está permitida a los visitantes, con apariencia de que esta situación se prolongará en el tiempo.

De hecho, la brigada que interviene en los diferentes castros de la provincia lleva unos días en el castro de A Lanzada, donde permanecerá varias semanas por lo que un regreso a Alobre para la consolidación de las estructuras se antoja en estos momentos lejano.

Visitar por tanto el lugar en absoluto es recomendable en estos momentos, debido al riesgo que supone adentrarse en su interior, tanto por la delicada situación en que se encuentran las edificaciones que han quedado al descubierto como los azudes que se han creado para descubrir las estructuras del subsuelo, sin olvidar que varios árboles de gran porte situados en los extremos del yacimiento han quedado sin apenas sujeción.

Con todo, los trabajadores han tratado de asegurar las zonas con más riesgo de derrumbe, apuntalando con grandes ramas de árbol y toscas planchas de madera las zonas más endebles.

Asimismo, se ha instalado una tubería de plástico de unos treinta metros de longitud para recoger el agua y que la escorrentía no inunde la zona en la que se actuó. El buen tiempo reinante en el último mes de julio todavía no permitió comprobar si esta solución va a dar los resultados esperados.

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