Carreteras secundarias cortadas, bajos de viviendas y alpendres inundados, almacenes de material agrícola o restaurantes como la parrillada Umia cubiertos por el agua son los principales problemas de la espectacular desbordamiento del río en las últimas horas, ni siquiera paliada en la bajamar.

Los vecinos reconocen que es una de las crecidas más impresionantes de los últimos años aunque hace años -no saben cuantificar cuántos- se superó el nivel de ayer.

Con todo, a vista de pájaro, el río pierde sus fronteras y supera su rasante en los últimos seis o siete kilómetros de desembocadura, por lo que cubre maizales, viñedos, vías de la parcelaria o carreteras asfaltadas como el Camiño Francés que unen diversas parroquias de Meis, Ribadumia, Vilanova o Cambados, los municipios más afectados por la riada y la tromba registrada durante todo el fin de semana.

La alerta naranja decretada por la Xunta dejó, por tanto, de ser un pronóstico para convertirse en real. De hecho han sido muchos los vecinos que pudieron salvar sus pertenencias gracias a una previsión que se cumplió más que a rajatabla.

La mayor parte de los comerciantes decidieron poner a resguardo sus mercancías y vecinos que viven en las proximidades de la ribera del Umia han retirado a tiempo sus coches de garajes y alpendres. "Como se preveía la crecida, los vecinos que tienen sus casas junto al río han aparcado sus coches ahí arriba", explicaba una mujer durante su paseo por Ponte Arnelas. Y es que la mayor parte de los afectados ya han escarmentado en anteriores ocasiones porque el agua ha llegado al nivel de la mitad de sus edificios.

La imagen en Ribadumia era muy llamativa desde el puente de Os Padriños, pues el río cubrió totalmente el paseo fluvial, recién reconstruido, y el nivel alcanzaba las ramas de viejos salgueiros y ameneiros, nacidos de forma espontánea en las riberas hace ni se sabe cuantos años.

Para hacerse una idea de la altura que alcanzó basta con acercarse a una casa situada junto al lugar en el que se celebra la romería de Santa Marta y observar como el nivel rebasa la mitad de la puerta de entrada.

Y así en todo el recorrido último del río, donde lo habitual era que el cauce tapase los emparrados de albariño dispersos por todas las parroquias.

La desembocadura en Cabanelas también impresiona pues la rasante era el mismo puente y cubría casi todo el edificio del Náutico de O Muiño y una buena parte del Refugio de Pescadores. Hablar de la anchura es prácticamente imposible, si bien un cálculo a vuela pluma permitiría estimar en quince o veinte veces el tamaño habitual.

No es extraño, por tanto, que durante la mañana hayan sido numerosas las personas que han quedado perplejas con un paisaje muy poco frecuente, aunque todos los años se anega esta parte de la comarca.

Quedaron por tanto intransitables zonas de recreo como As Aceñas con sus juegos infantiles, pasarelas sobre el río o merenderos, así como la mayor parte de la Ruta da Pedra e da Auga, el Camiño Francés o los molinos de Batán donde la fuerza del agua impresionaba.