Lourdes Gestido, propietaria de la parrillada Umia, se mostraba a medio camino entre la indignación y la resignación. "Es la segunda vez en diez días que se inunda el establecimiento y, aunque tengo un seguro, hay pérdidas irreparables".

Se acordaba a primera hora de la mañana, sobre todo, de sus clientes, muchos de los cuales tenían reserva para celebrar con la familia la fiesta de San Valentín.

Ayer mismo contaba con un grupo de cazadores que había reservado la comida. "Tengo preparada la carne de toro pero no sé si voy a poder entrar siquiera en la cocina", lamenta.

Y es que ni con imaginación es fácil vencer a los fenómenos meteorológicos. "Hemos construido una pasarela de madera para salvar esta situación pero el agua le pasó por encima", reconocía ayer por la mañana.

Aún así esperaba que los cazadores que habían reservado mesa "vengan con el todoterreno y así me puedan cruzar hasta la puerta del restaurante. Si es así se podrán llevar la comida a su casa", explica.

Lourdes Gestido asegura que los daños van a ser muy cuantiosos porque el agua "me llega a la cintura" en el bajo. Quiere ello decir que tiene muy pocas esperanzas de que se hayan salvado los electrodomésticos o la comida que adquirió en los últimos días.

"Las neveras, la lavadora, la carne y otras mercancías que se almacenan en el bajo se han desperdiciado otra vez más, en menos de diez días por segunda vez", dice con una serenidad que denota frustración.

Hace tres años que tiene este negocio en Vilanoviña y aunque admite que sabía que su local se inundaba "no creí que pudiera llegar a esto".

Menos afectados se encontraban los propietarios del almacén agrícola vecino porque el producto lo preservan en altura. "No dejamos nada en el suelo", explica María Jesús Diz Calveiro que ayudaba a retirar en una furgoneta un cargamento de sacos de pellets para estufas ecológicas.

Iluminaciones Umia, por su parte parecía un almacén fantasma donde el agua cubría decenas de arcos de luces de fiesta. Ni siquiera contestan.