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La centenaria modista de Padrenda

Elvira Castro cumplió ayer el siglo de vida con más de 50 familiares, que lo celebraron en las dependencias de la bodega Lagar de Pintos

La centenaria estuvo acompañada de toda su familia en Lagar de Pintos. // Iñaki Abella

La abuela de la localidad meañesa de Padrenda, Elvira Castro Castro, cumplía ayer los 100 años de vida, aunque será mañana domingo cuando los celebre, rodeada de algo más de medio centenar de familiares, con un almuerzo que se servirá en los salones de las bodegas Lagar de Pintos. Toda una vida, ya centenaria, en su Padrenda natal donde nacía un 20 de noviembre del año 1915 en tiempos en que el conde de Romanones presidía el gobierno durante el reinado de Alfonso XIII.

En una sala de estar que da a la fachada de su vivienda Elvira Castro mata su tiempo con la televisión. Cuando llamamos, es ella misma quien se incorpora con parsimonia de su sofá y nos abre la puerta. Enseguida comprobamos que, pese de algunos achaques propios de la edad, aún conserva su lucidez que le permite referir muchos de sus mejores recuerdos. "Toda la vida fui modista -rememora-, tenía muy buenas clientas de Cambados, Vilalonga, O Grove? Tanto que a veces trabajaba de noche, o madrugaba mucho para cumplir con los encargos. Tenía un taller de costura en mi casa de Baiuca en el que llegaron a trabajar 14 chicas". Recuerda como a inicios de los 60 se desplazaba hasta Vigo en moto con su marido para comprar telas: "él tuvo el primer automóvil que hubo en Padrenda -explica- y sacó la licencia de taxi, pero antes de eso íbamos a Vigo en motocicleta. Compraba las telas en una tienda de la calle Príncipe que se llamaba Tejidos Bravo, y luego me las enviaban en autobús a una conservera que había mismo junto al puente de Cambados".

Cuando se le pregunta sobre a qué momento del pasado no querría volver refiere la Guerra Civil. De hecho recuerda como el que luego fue su marido, Antonio García, fue apresado por sindicalista estudiantil "y lo enviaron preso con sus hermanos al lazareto de la isla de San Simón, donde pasó algunos años y a dónde íbamos a verlos". Ello truncó su carrera de profesor que, vetado por el régimen, no pudo acabar de cursar. "Pese a todo en nuestra casa siempre hubo pan -refiere-, porque mis tías, y alguna vez mi madre, iban a vender harina a O Grove, y por eso no pasamos penurias. Pero mucho pan tengo repartido entre las chicas que trabajaban en el taller porque en aquellos años se pasaba un hambre negra".

Sobre el secreto de su longevidad asevera: "no tengo ninguno, como no sea el cariño con el que me trataron, primero mi marido Antonio y luego mi hija Eugenia y mi yerno Edmundo, porque han sido y son muy buenos conmigo". A la hora de sentarse a la mesa reconoce que "como de todo, pero me gusta sobre todo el pescado menudo, y lo que más las xoubas fritas, siempre con patatas". Y, eso sí, "un vasito de vino tinto caíño de casa en cada comida que no falte". "Recuerdo -añade- que hace años un médico de Santiago me prohibía el vino, pero cuando mi marido le dijo que lo que tomaba era tinto caíño de casa, el médico dijo: ¡Ah! De ese el que quiera? ¡Y mira si le hice caso!".

Su día a día transcurre con la placidez de quien lo ha vivido casi todo. "Me levanto tarde -refiere-, no antes de las 12, porque ya madrugué mucho cuando trabajaba, y por la noche me acuesto a las 9, justo después de ver Pasapalabra", en referencia el famoso concurso televisivo.

En cuanto a la salud se toma sus pastillas para el corazón "pero de lo primero de fui padeciendo fue de la vista, tanto que de un ojo apenas veo nada". Eso sí, sorprende que mantiene su propia dentadura y en excelentes condiciones para su edad, "bueno -precisa- me falta un diente delante, pensaba en ir al dentista pero creo que ahora ya no me sale rentable ponérmelo" apunta con sorna. Su hija Eugenia García nos refiere que lo perdió en un percance el día Nochevieja del pasado año "en que casi se nos muere atragantada en la mesa con una piel de pollo, y en la maniobra para evitarlo perdió el diente" "Si no es por mi yerno (es médico) no lo cuento" apunta nuestra protagonista.

Precisamente la merma de visión le hizo dejar la costura en torno a los 65 años, así como la lectura de FARO DE VIGO, periódico al que era asidua puesto que su marido llevaba suscrito toda una vida, tradición que ahora mantiene su hija Eugenia. Aun así la pasión por confeccionarse su ropa continuó algunos años "en que todavía seguí con la calceta, de hecho esta chaqueta -nos muestra la que se trae puesta- tiene ya sus años, y me la hice yo misma".

Ahora Elvira Castro aguarda su fiesta familiar mañana domingo. Pero en la tarde de ayer, en conmemoración por su centenario, recibió en su propio domicilio la visita de la alcaldesa de Meaño Lourdes Ucha que, acompañada por los ediles Milagros Pérez y Rubén Casal, la felicitaron y le hicieron entrega de una placa conmemorativa más un ramo de flores por su siglo de vida, un gesto para reconocer a la que siempre ha sido "la modista de Padrenda".

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