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Margarita Guerra: "Hemos evolucionado sin cesar y hemos tocado casi todos los géneros musicales"

El Coro Liceo celebra sus 35 años de actividad con una serie especial de conciertos

Margarita Guerra, durante una acto en Santa Eulalia. // Iñaki Abella

Los 35 años de música cubiertos por el Coro Liceo no se pueden resumir en las breves líneas de un texto que recoja los innumerables actos y colaboraciones que esta asociación ha desarrollado desde su nacimiento. Solo las emociones que regala una actuación de este conjunto vilagarciano permiten conocer los motivos de una trayectoria completa y extensa que origina numerosos actos a modo conmemoración. Margarita Guerra dirige al coro desde 1985 y, a pesar de las satisfacciones obtenidas, confía en seguir progresando.

-¿Qué le parece lo más destacado en estas tres décadas en las que ha dirigido al coro?

-Lo fundamental ha sido la evolución constante que ha experimentado este grupo. En principio, durante su etapa inicial, se podía considerar un coro más, como tantos otros, con un repertorio de lo más sencillo. Y con el tiempo se ha producido una superación gradual, paulatina pero incesante, que se observa sobre todo en el aumento de la dificultad y la variedad de composiciones que abordamos en nuestro trabajo. La mejora ha sido general, y me atrevo a decir que el Coro Liceo atraviesa el mejor momento de su historia.

-El pasado sábado se celebró un concierto especial como parte de los actos relacionados con el aniversario de la asociación. ¿Qué eventos conmemorarán estos 35 años de actividad musical?

-Se realizará una serie de conciertos con ese objetivo. Tenemos la intención de completar un programa que reúna obras de los grandes, por lo que no faltarán piezas de personajes como Mozart y Haydn. También incluiremos actuaciones en las que habrá un protagonismo especial para los solistas.

-¿Y cuál será el siguiente acto dedicado a esta celebración?

-Mi deseo era preparar un concierto para resucitar obras que hemos ido ofreciendo durante la extensa trayectoria del coro, pero otros miembros han preferido organizar un homenaje sobre el que apenas conozco detalles, porque pretenden que suponga una sorpresa para mí y un obsequio por estos 30 años como directora.

-¿Cuáles son los géneros más cultivados por el coro durante todo este tiempo?

-En el Coro Liceo nos hemos encargado de interpretar folclore de todo el mundo, música sinfónico-coral, misa criolla, diversas antologías... Hemos tocado en más de 20 ocasiones el Réquiem de Mozart, hemos integrado en nuestro repertorio composiciones de Schubert y Vivaldi, entre muchos otros grandes de la música, hemos ofrecido más de quince óperas, cinco o seis zarzuelas, música sacra e incluso una obra de rock sinfónico. Existen muy pocos coros no profesionales que presumen de esa trayectoria. Y todo lo hemos producido con mucho rigor. Incluso aquello que pertenece a un estilo al que no estamos acostumbrados acaba convirtiéndose en un descubrimiento del que disfrutamos más a medida que lo vamos ensayando.

-¿Cuáles han sido los mayores logros o las satisfacciones más grandes para los miembros del coro?

-Transmitimos en cada proyecto tanta ilusión, tanta fuerza, que un objetivo cumplido representa siempre un hito para nosotros. Es muy gratificante, por ejemplo, haber grabado cuatro discos juntos. El último de ellos, "Cantigas de hoxe e de sempre", me parece de lo mejor que se ha realizado en música tradicional gallega.

-A nivel personal, tocar las castañuelas le ha abierto un nuevo panorama de expectativas.

-Por supuesto. La primera vez que utilicé ese instrumento tenía seis años y acompañaba a mi hermana a una clase de sevillanas. La gente reaccionó con agrado y lo tuve muy presente. He sido bastante autodidacta en ese terreno, pero nunca pensé en aprovechar este recurso en el ámbito profesional. Y un día, hace 20 años, surgió la ocasión de introducirlo de manera inesperada en un concierto que dimos en Guimarães. El público alucinó, y yo he comprobado que disfruto mucho con esto porque mantengo un control absoluto sobre la situación y no permanezco pendiente de todo un grupo de personas, como ocurre cuando me enfrento a las tareas de dirección y la responsabilidad recae sobre mí de otra manera. Lo mejor, en cualquier caso, es la complicidad que se genera con los asistentes, mirar a la gente a la cara y percibir su emoción. Es lo que más feliz me hace.

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