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O Mosteiro recobra el esplendor ferial

La octava edición consolida una de las estampas de época y raíces costumbristas

Un siglo atrás, la feria de O Mosteiro era una cita inexcusable para agricultores, ganaderos y tratantes de toda Galicia porque de antemano sabían que no regresarían a casa con las manos vacías.

Llegó la industria y con ella el declive de aquellos mercados hasta su definitica desaparición. Pero la huella siguió latiendo y desde hace ocho años se evoca aquella época de esplendor.

Y aunque el ambiente es distinto, los asistentes a la feria han conseguido recuperar aquel sabor de época pese a que el escenario difiere bastante del original.

Agricultoras con vestidos de lino hasta los tobillos, ganaderos con chaleco negro ceñido y boina del mismo color, un orondo "padre" que rosmaba oraciones a lo largo y ancho del recinto, el afilador con su pesado molino de piedra, zapateros, artesanos del barro y todo tipo de oficios varios han animado el ambiente festivo que se recreó durante toda la jornada.

Todos ellos se dieron cita en un escenario en el que no han faltado las cercas para guardar vacas, caballos, cerdos y pollinos, así como dos bueyes que responden al nombre de Gallardo y Cabano, tremendos ejemplares de 1.500 kilos cada uno, de pura raza rubia gallega, propiedad de la familia Oliveira, de Coruxo (Vigo).

Si la exhibición de estas hermosísimas reses llamó la atención de todos, no menos agradecida fue la presencia de una docena de jinetes que bajo la denominación "+Palla" recorrieron la Ruta da Pedra e da Auga desde el monasterio de Armenteira para darse un refrigerio.

Ya en el recinto podían verse todos los elementos típicos de la época representada, desde el tradicional carro y yugo, al arado romano pasando por el alambique que a las dos de la tarde ya había llenado el cubo de aluminio de buen aguardiente.

A esa hora dos guardiaciviles se presentaron en la feria para inspeccionar los puestos. Pidieron así la documentación del alambiqueiro que mostró con desgana. Los guardias le permitieron seguir con el proceso no sin antes preguntarle por la procedencia de la leña de pino que usó para la evaporación del espirituoso licor del bagazo.

A su lado, como si nada pasara, una multitud se arremolinaba sobre el puesto de pulpo, carne ó caldeiro, zorza y churrasco servido a la antigua usanza sobre el tan discutido plato de madera.

No faltó la música de la banda de A Vertula ni la de las gaistas que amenizaron una jornada que tenía pinta de cerrase con un alto nivel de ventas.

La fiesta no decayó en toda la jornada pues el público también pudo disfrutar de cosas tanto o más serias. Los organizadores quisieron hacer un homenaje a aquellos antepasados en un momento de lucidez temporal con una exposición de totografías que recoge imágenes de paisanos de todo el siglo pasado. Ahí se comprobaba que el tiempo no pasa en balde.

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