Barrantes fue ayer un hervidero de gente. Y eso que después de mediodía no había tanta como otros años, pero es que el calor a esa hora ya era casi insoportable. De hecho, muchos prefirieron la sombra de las terrazas de los bares antes que hacer cola para coger su ración gratuita de vino tinto, pan de maíz y chorizos o que presenciar en la plaza de la Carballeira el acto oficial de la fiesta.

Ribadumia quiere crear un ritual propio para una fiesta que en 2022 cumplirá sus primeros 50 años de vida. Así, mientras los catadores prueban y puntúan a la vista de todos los vinos que han llegado a la final, se procede a la investidura de los nuevos Valedores.

Vestidos con chaleco negro, camisa blanca y faja entre roja y morada, y tocados con una gruesa boina, los defensores del tinto de Barrantes juran el cargo ante el maestro de ceremonias, que con un gran bastón en una mano les tiende una taza de espeso vino. Entre los nuevos embajadores de este caldo se encuentra desde ayer el cocinero con una Estrella Michelín Yayo Daporta. Otros de los premiados fueron el presidente del club náutico O Muíño, de Ribadumia, o el presidente de la agrupación local de Protección Civil, Andrés Otero.

Y entre las autoridades estaba el alcalde saliente de O Grove, Miguel Ángel Pérez que reapareció por primera vez desde las elecciones. No fue el único político que se dejó ver por la localidad; también fueron Luis Aragunde y José Manuel Cores Tourís, del PP de Cambados, así como Enrique Oubiña y Ramón Mouriño, de Somos Ribadumia.

Pero pese al intenso calor hubo muy buen ambiente en la villa. Había numerosos puestos de venta ambulante y de comidas, y en la carpa oficial una docena de cosecheros compartían espacio con la exposición de cuadros con vino tinto pintados por Abel Barandela, la muestra de fotografías de Ribadumia de la asociación Pé de Cuba? y una de las sensaciones gastronómicas de la fiesta: el helado de vino tinto.

La empresa hostelera de O Grove A´Ruda elabora este postre con vino tinto (y tiene graduación alcohólica, por lo que no es apto para los niños) y lo ofrecen tanto como sobremesa como en forma de guarnición para otros platos. "Es un helado que sabe de verdad a vino tinto. Es algo ácido y tiene un sabor fuerte, de ahí que a veces lo acompañemos de bizcocho para darle un toque de dulzor. Está funcionando muy bien, a la gente le gusta", declararon los inventores de este singular helado.

El puesto estaba emplazado en una carpa que gustó mucho por su amplitud y por su cuidada decoración. Los mostradores de los cosecheros eran de madera, y tenían casi siempre algo de picar encima, y en el centro del pasillo había mesas circulares para que las pandillas se reuniesen allí a comer y beber algo. Pero también hubo fiesta en las afueras de Barrantes. Fueron muchos los jóvenes que se congregaron en los merenderos situados a orillas del río Umia para celebrar la fiesta a su aire.