Cada último domingo de mayo, desde hace más de tres décadas, la parroquia cambadesa de Vilariño se engalana para celebrar la Festa do Labrego. Es una especie de exposición con la que redescubrir el pasado de los lugareños y también un inmejorable modo de despedir el mes de la siembra, homenajeando de paso a todos aquellos que viven o vivieron por y para la huerta, la viña o la leira.

Dicen que con más público que nunca -quizás "el doble del año pasado"- e incluso con más tractores -una quincena de vehículos decorados para la ocasión- ayer se vivió el día grande de este acontecimiento festivo y cultural en el que se exponen rudimentarios útiles de labranza -muchos inutilizados hace tiempo porque fueron sustituidos por moderna maquinaria- y no dejan de actuar los grupos folclóricos, al igual que se escucha, como ayer, a la Banda de Música de Castrelo.

Es una fiesta en la que se saborean los chorizos, vinos y otros productos típicos de la huerta -de dónde iba a ser si no- y se monta a caballo, como sucedió el sábado con la primera edición de una ruta que reunió a ochenta monturas para hacer un recorrido de ida y vuelta hasta Monte Lobeira, completando un recorrido de unos 28 kilómetros.

La comisión organizadora de la Festa do Labrego, que se muestra encantada con la respuesta del público, destaca también la organización de juegos, el concurso de los citados tractores y un sinfín de elementos más que hacen de ésta una cita diferente con el campo.

Los tractores, por cierto, se decoraron con todo tipo de aperos de labranza, se convirtieron en lavaderos públicos rodantes ocupados por muñecas, reprodujeron huertos de cultivo y viñedos e incluso transportaron animales vivos, dando a la celebración un toque más enxebre y, si se quiere, nostálgico.

Alberto Amil, en representación de la comisión, no duda en señalar que se trata de una fiesta que nadie debe perderse, de ahí que aquellos que se perdieran esta cita de Vilariño deban anotarla ya para el año que viene, el último domingo de mayo de 2016.