-¿Cómo encontró los restos de su padre?

-¿Cree en los milagros? Pues existen. Mis hermanos nunca me dijeron dónde estaba mi padre. Se llevaron el secreto a la tumba. Hace unos años, en Castro de Rei decidieron hacerle un homenaje y dedicarle una calle. El alcalde, del PP, no entendía el porqué de aquello, pero todos los concejales votaron a favor. En el viaje traje a mi sobrina para que conociera a su familia.

-¿Y cómo llegó hasta la fosa en la que estaba enterrado?

-Dos días antes del homenaje se me ocurrió ir a Portomarín. Pasamos delante de un bazar de recuerdos y entramos a comprar. Nos atendió una señora muy curiosa que me preguntó si era de fuera. Le expliqué que había nacido en Castro de Rei y entonces me contó la historia de que allí habían fusilado a una persona muy importante de mi pueblo que llevaba un gabán muy elegante. Ese gabán se lo había regalado mi hermana a nuestro padre y por aquel entonces era un artículo de lujo.

-¿Qué sucedió después?

-Fue un señor mayor que estaba en el cementerio el que me dio la pista para localizarlo. Tuve problemas con los curas, pero pude desenterrar los poquitos huesos que quedaban de mi padre y llevarlos para que descansaran al lado de su mujer.

-¿Llegó a conocer en persona a alguno de los asesinos?

-No. Fueron tres o cuatro. Llegué a poder eliminar a uno de ellos, pues me dijeron que seguía con vida, pero no quise conocerlo y rebajarme a algo así. No se puede hacer eso.

-¿Qué opina del silencio de los vecinos?

-Todo tiene un motivo, como le pasó a mis hermanos. No quisieron poner en peligro mi vida. No era fácil y todavía hoy existe miedo a Franco.