El episodio, del que no ha quedado constancia escrita, permanece vivo en la memoria de un puñado de ancianos que lo recuerdan, y es hoy uno de los capítulos más susceptibles de una rivalidad interna entre ambas localidades.

Incluso cuando se pregunta por el mismo algunos advierten de que "es un tema delicado" y otros dicen que es "mejor no tocarlo". Aun así a través de este reportaje se pretende dejar constancia escrita de la forma más rigurosa posible de unos hechos que son, sin duda, historia de este concello, antes de que los mismos sean engullidos de forma inexorable por el tiempo.

Fue sin duda el acontecimiento político local más importante del Meaño de la posguerra, año 1946. La casa consistorial no estaba entonces en el barrio del Campo da Feira, en pleno centro como ahora, sino en la zona de Outeiro, la colina que preside la localidad.

El desastre

Se trataba de un inmueble humilde, de planta baja, construido en piedra y con un gran artesonado de madera. Cerca de una medianoche previa al verano al de 1946 se desató un incendio en su interior que lo arrasó por completo.

Maximino Crespo, una de las personas de más edad hoy en Meaño y que vivía a unos 700 metros de aquel consistorio lo recuerda: "Serían las once de la noche -asegura- cuando mi cuñado Roberto Doce me vino a buscar a casa porque estaba ardiendo el ayuntamiento".

"Las llamas -continúa- se veían de lejos. Cuando llegamos, el fuego lo estaba devorando todo, y recuerdo que la gente gritaba: "¡No os acerquéis, que se viene abajo!". No se pudo hacer nada, no hubo manera de parar aquello".

En aquel incendio se perdió el inmueble y todos los archivos, tan solo se logró recuperar algún material suelto.

Ello explica que hasta ya entrado el siglo XXI, en que se regularizó la situación, las personas nacidas antes de 1946 y asentadas en el concello tuvieran que recurrir a los archivos eclesiásticos cada vez que se le requería un partida de nacimiento al haberse perdido con el incendio el registro municipal.

¿Qué provocó el incendio del 46? El suceso no se investigó -o al menos nunca se tuvo constancia de ello- pero todos los testimonios recabados lo califican de intencionado. La teoría más extendida entre los pocos vecinos que viven hoy que fueron testigos del hecho apunta a un "affaire" de corrupción que salpicaba a altos funcionarios del concello de entonces, probablemente relacionado con la duplicidad en las cartillas de racionamiento de la época y ciertas prácticas ilícitas con dichos documentos. El incendio se perfiló pues como la solución drástica adoptada por los afectados para eliminar pruebas o cualquier vestigio de aquel proceder.

En esos días había dejado de ser alcalde Manuel Varela Barreiro, quien fuera regidor del consistorio durante la Guerra Civil y que todo indica se mantuvo hasta ese año 46 -cabe recordar que no se dispone de archivo anterior a esa fecha-.

Gobierno interino

El gobierno municipal se hallaba entonces en una situación de interinidad ejerciendo como alcalde en funciones en aquel momento Miguel Dovalo Méndez.

La fragilidad del momento, con un consistorio quemado y un regidor interino, fue aprovechada por el hasta hacía poco alcalde, Manuel Varela, para dar un golpe de timón y trasladar el concello a Dena, "una vieja ilusión de la familia" según reconoce hoy su hijo Evaristo a sus 95 años.

El propio Miguel Dovalo arrojaba luz sobre este momento en 2006, recién cumplidos sus 100 años de vida, asegurando de aquella a Faro: "Yo era el alcalde cuando el concello se fue para Dena y tuvimos que ir a buscarlo".

El cambio de capitalidad duró solo unos días y todavía es causa de fricción y roces entre los vecinos. Meaño y Dena siempre han reclamado su carta de naturaleza, pero sobre todo su supremacía sobre la otra.

Manuel Varela ejecutó el osado golpe de mano y acometió el traslado a Dena de la poca documentación que se salvó del incendio. La conocida como "casa de Torres" en Coirón, que se conserva hoy con el número 41 a pie mismo de la PO-550, fue el lugar elegido para albergar el consistorio. Era una vivienda próxima al domicilio de Manuel Varela, perteneciente de una familia acomodada que regentaba una taberna en la planta baja -a donde tenía por costumbre ir a jugar su partida de brisca cada noche el propio Varela mientras degustaba un tinto- y un salón de baile enfrente. "Aquella era una ubicación provisional -apunta Evaristo- porque mi padre proyectaba adquirir unos terrenos y construir en Dena un ayuntamiento nuevo". El vecino de Dena, Lucindo Varela -padre del hasta hace poco conselleiro de Cultura Roberto Varela- recuerda el momento: "lo trajeron todo en un camión de los Calixtos que bajó por la carretera de Xil, porque de aquella no había otra entre Meaño y Dena. Era muy poco y lo descargaron rápido entre tres o cuatro hombres". "El concello -continúa- quedó instalado en la galería de arriba de la casa de Torres a donde se accedía por una escalera exterior".

Pero aquella presencia del consistorio en Dena duró apenas unos días. Los testimonios apuntan entre "tres o cuatro", dos semanas a lo sumo, el tiempo que tardaron en Meaño en organizarse y plantarse en Dena un grupo de vecinos para llevarse el concello de vuelta a Meaño. Todos apuntan a que Luis Lage se erigió en Meaño en líder de aquel movimiento para recuperar el concello y que a su lado estuvo el propio Dovalo, alcalde en funciones, y algún funcionario "indisciplinado".