No todo el mundo se muestra tan satisfecho con el proceso iniciado en Vilariño en el año 2001. Es el caso de Bernardo Serén y su hija Dolores, que aseguran que cuando les tocó el cambio de terrenos "teníamos la plantación a pleno rendimiento y tuvimos que deshacer todo". No fue el único problema con el que se encontraron, pues "el terreno estaba lleno de piedras y laureles y debimos esforzarnos mucho para hacerlo productivo". Ahora admiten que están contentos y que "así la tierra rinde más. No es lo mismo tener 7 u 8 parcelas de albariño como teníamos antes, que una mucho mayor como la que llevamos trabajando tres años". Otra cosa es poder ganarse así la vida. "No es como tener un sueldo", reconocen.