La crisis y el anunciado fin de la actividad de la banda terrorista ETA ha dejado a los miles de escoltas que hasta este momento velaban por la seguridad de políticos o periodistas en el País Vasco en una encrucijada. En el último año el número de contratos en este gremio ha descendido notablemente, y muchos se encuentran ahora sin alternativas de futuro. Es el caso del vilagarciano Daniel Cantero y de su esposa, también arousana, que hace siete años abandonaron O Salnés para trabajar en el sector de la seguridad privada en Euskadi.

En el año 2005 Cantero y su familia se echaron el petate al hombro y se trasladaron al País Vasco. Durante un par de años trabajaron como vigilantes, y a continuación se pasaron a la escolta privada. Aproximadamente desde 2007 en sus manos ha estado la seguridad de diversos concejales y diputados vascos, que desde el alto al fuego anunciado por ETA en septiembre de 2010 han comenzado a prescindir de estos servicios.

La empresa para la que trabaja la esposa de Cantero (que evita dar su nombre real por temor a posibles represalias) tenía 60 trabajadores. Recientemente impulsó un expediente de regulación de empleo (ERE) que dejó en la calle a 19 personas, y hace unos pocos días comunicó a su plantilla un segundo proceso, que se prevé afectará a otras 15. En el caso del padre de familia, su empresa depende básicamente de la financiación del gobierno central y del vasco, que ya han comunicado su intención de mermar estas cuantías. Además, en vista de los últimos contactos que las empresas del sector han tenido con el gobierno central, "se prevé una nueva criba". "De los 1.800 escoltas que trabajamos actualmente, creemos que en cuestión de meses podrán quedar alrededor de 400 en todo el País Vasco", explica Cantero, que recuerda que hace algunos años los efectivos de la seguridad privada vasca rozaban los 4.000.

Mientras hace cábalas acerca de su futuro, Cantero recuerda que aproximadamente "el 70% de los escoltas de toda España están en el País Vasco, y las posibilidades de recolocación en estos momentos no son fáciles". Las expectativas laborales en el contexto político y económico actual son escasas para estos trabajadores, por lo que la familia de este vilagarciano ya planea su regreso a la vivienda que poseen, en A Illa de Arousa.

Cantero no pasa por alto la mala fama que su gremio tiene entre una buena parte de la población. Y todavía más en Euskadi, donde se respira "un elevado sentimiento nacionalista". "A nosotros nos ven como a mercenarios, y desempeñamos una labora que va contra la normalidad que aquí significa luchar por la independencia del País Vasco", reconoce el escolta, que apunta a los recientes resultados electorales conseguidos por Bildu como prueba de sus palabras.

Buscar un trabajo en Irún es para este arousano y su esposa, "difícil". "No hablamos euskera, y encima la experiencia que figura en nuestro curriculum aquí resta a la hora de optar a otros puestos", indica. Por ese motivo, una vez que sus tres hijas terminen el curso probablemente regresen a tierras de O Salnés. "Hasta este momento éramos indefinidos, y ahora nos preguntamos qué va a ser de nosotros", explica el vilagarciano, que desde la emigración observa con preocupación las cifras del paro del entorno arousano. Por el momento, la próxima apertura del centro comercial de San Miguel de Deiro es la única alternativa de colocación que se le ocurre a Cantero. Su mujer es natural de este lugar de Vilanova, por lo que tratará de apelar al compromiso de primar los contratos a vecinos que en su día explicitó el alcalde Gonzalo Durán.