La influencia de los romanos en el Monte do Castro fue la devastación al convertirse este enclave en uno de los objetivos para el éxito de la invasión. Esta es la conclusión a la que llegan historiadores y arqueólogos después de diez meses de excavaciones en un yacimiento en el que ya se han sacado a la luz trece cabañas, una enorme casa–patio y una muralla, además de miles de piezas, muchas de ellas cerámicas pero también de adorno personal y armas blancas.

Quizás las hipótesis más importantes del estudio radiquen en el hecho de que se trata de uno de los castros más importantes de Galicia, situado en una zona estratégica al lado del mar, con fuertes relaciones comerciales y marítimas y que podría estar datado en plena Edad de Hierro, allá por el siglo IV o V antes de Cristo.

Pero ese esplendor fue también lo que lo arruinó en el primer o segundo siglo de la presente Era, según las huellas que con mucho detalle valoran los arqueólogos que realizan este trabajo de recuperación patrimonial, financiado por el proyecto Pousadas do Salnés, que dirige la Diputación de Pontevedra.

El final del castro ribadumiense es pura hecatombe pues el poblado no solo fue arrasado por los invasores romanos sino que desapareció entre las llamas, y nunca jamás volvió a ser reconstruido.

Los historiadores entienden que el poblado era objetivo clave para el escarmiento que buscaba el ejército romano. "Tenían que buscar un castro importante y arrasarlo por completo para dar ejemplo a los habitantes de los poblados más pequeños", se explicó ayer a los asistentes a la visita guiada, entre lo que se encontraban el presidente de la Diputación, Rafael Louzán y la alcaldesa de Ribadumia, Salomé Peña.

La teoría se sustenta en dos hallazgos fundamentales, en particular una "dolabra" romana y otras armas blancas de parecida época dispersas por todo el yacimiento y el mismo nivel de estratificación de ceniza en el subsuelo que indica que el poblado ardió por completo.

La aparición de la "dolabra" cobra un especial significado por el hecho de que se trata de un arma característica de los ejércitos romanos, de los que solo se conservan seis ejemplares en todo el mundo, lo que le confiere un mayor valor.

Es llamativo también el hecho de que otras armas blancas se encontrasen en diferentes zonas del lugar excavado, lo que demuestra que la invasión fue sangrienta, ya que quedó constancia de que no había apego por las armas que se perdieron en el combate pues "nadie pasó a recogerlas".

En definitiva se corrobora la barbarie que se cometió con los pobladores del castro de Ribadumia que ya nunca más fue habitado, pese a estar situado en una zona privilegiada frente a la Ría de Arousa.

De hecho, pese a la existencia de grandes masas forestales que ocultan el paisaje, las vistas desde el castro ribadumiense son todavía espectaculares.

El castro se conformó en una zona tan estratégica como cómoda para los pobladores. De hecho, se llega al yacimiento sin apariencia de haber subido pendiente alguna, pero una vez en la cumbre se comprueba que el castro estaba fortificado.

Dicha protección era casi natural y aún se observan las dos trincheras existentes, pero a la vez se complementaba con un muro de cierre a lo largo de todo el perímetro del castro. El muro es uno de los hallazgos más importantes pues se cree que tendría una altura relativamente importante y que en su parte superior estaría rematado con una verja contruida con elementos vegetales.

En la próxima fase se espera excavar la zona del balcón superior del castro y la cima, donde podrían hallarse edificios públicos y santuarios de la época.