Era un buen hombre, entregado a su trabajo y que durante buena parte de su vida se había dedicado al mar". Así recuerda Rodrigo Castro a Tendencio Morais, el compañero filipino que perdió la vida en el incendio del "Doxa". El fallecido, de 52 años de edad, poseía una dilatada experiencia a bordo de buques europeos y llevaba tan sólo cinco meses trabajando en el buque chipriota que, al final, se convirtió en su sepultura. Sus compañeros admitían ayer que su pérdida es muy dolorosa, dado que el filipino deja mujer y tres hijas de entre 16 y 6 años que conocieron la noticia del fallecimiento ayer por la tarde.

La muerte de Tendencio Morais es la parte más trágica de una noche que los 21 supervivientes recuerdan como "oscura y muy fría". Rodrigo Castro señala que "me desperté alertado por el humo que casi no me dejaba respirar. Yo estaba en mi camarote y pronto vi las llamas. Ante esto, lo único que pensé fue en salvarme y en salir a la superficie a tomar aire. Todos los esfuerzos que hicimos para apagar las llamas fueron inútiles. En poco tiempo se extendieron dejándonos como única opción abandonar el buque".

En ese momento, ninguno de los compañeros advirtió la ausencia de Tendencio Morais cuyo cuerpo apareció en uno de los camarotes. "Había mucha confusión. Todos queríamos salir y no nos dimos cuenta de que faltaba él. Conocer que había muerto fue terrible, porque pudo habernos pasado a cualquiera. Es probable que ni siquiera él mismo se enterase de todo lo que estaba sucediendo", señala Castro. Lo cierto es que, según los servicios de emergencia, Tendencio Morais lo tenía fácil para salvarse dado que su camarote, que estaba cerrado por dentro, estaba muy próximo a la salida a la cubierta.

Rodrigo Castro no podía ocultar ayer su emoción al recordar lo sucedido. "Hablé con su mujer, que estaba muy afectada, pero sabes que cuando navegas esto puede pasar, porque un accidente es un accidente", admite.

El incendio segó la vida de su compañero y también se llevó para siempre toda la documentación de los tripulantes y muchas de sus escasas pertenencias personales. "En el camarote, aparte de la ropa, tenía fotos de mi familia. Las tenía porque pasamos muchos días fuera de casa y siempre te sirven para recordar aquello que dejas", aclara. _Pese a lo ocurrido, los supervivientes admitían que "aquí nos pagaban bien y por ello optas por dejar atrás tu país para enrolarte en una embarcación foránea, porque es una buena forma de poder mandarles un dinero digno a tu familia".

Ahora, y después de lo sucedido, Rodrigo Castro y sus compañeros sólo piensan en volver con sus familias, pero con la mirada puesta en retomar en un futuro su trabajo como marinero. "Ganamos un sueldo digno y hemos trabajado de esto toda nuestra vida. Ahora sólo queremos estar en casa porque después de lo que pasó tenemos el susto en el cuerpo, pero cuando volvamos a la normalidad yo haré todo lo posible para enrolarme de nuevo en este u otro mercante como lo he venido haciendo hasta ahora", indica.

De todos modos, admite que nunca olvidará "la imagen del barco ardiendo, las llamas eran enormes y durante la noche era un espectáculo que al final y lamentablemente, le costó la vida a un compañero que era, además, un amigo".