La carballeira de Mosteiro recuperó con absoluta perfección el ambiente de las ferias de principios del pasado siglo y atrapó ayer a los más nostálgicos durante una jornada de fiesta a la que también contribuyó la suave temperatura que se registró durante todo el día.

El mercado comenzó a funcionar a las 11 de la mañana en un decorado que se dibujó bajo la supervisión de expertos que consiguieron un cuadro digno del mejor rodaje costumbrista.

La entrada al recinto hacía prever ya el bullicio de aquellos primeros años del siglo en el que las ferias eran el punto de encuentro social por excelencia. Justo en este lugar se situaron los puestos gastronómicos, abarrotados durante toda la mañana: Pulpo, orella, callos, filloas, así como albariño y barrantes eran las delicias que nadie se quiso perder a mediodía.

La Feira Nova o Festa do Labrego recreó aquel ambiente que todavía algunos mayores recordaban pues no hace tantos años que se suspendió esta cita comercial meisina.

Pero ayer se trataba de dar el color de los primeros años del siglo y por ello se representaron los oficios más tradicionales. Canteros, hojalateros, afiadores, tejedoras, sombrereros. Dos agentes de la Guardia Civil, eso sí sin tricornio ni capa, completaron el cuadro que los organizadores de Cabemeis pretendían conseguir. Entremezclados, los puestos de herramientas, carros del país, instrumentos de la malla, contribuyeron al diseño de un lugar que poco necesitaba para recuperar aquel sabor de antaño.

No faltaron los puestos dedicado a la venta de productos de la huerta. Justo a la entrada, unas "labregas" perfectamente caracterizadas trataban de vender patatas nuevas, pimientos, tomates, lechugas, manojos de grelos, con un relativo éxito.

Tampoco se echaron de menos otros productos tradicionales como la cerámica, los sombreros de paja, los viejos aperos e incluso una antiquísima y oxidada bicicleta que nadie sabe si estaba a la venta o en exposición.

Durante toda la jornada el ir y venir de personas fue constante. Falló, en cierto modo, esa falta de colaboración de los asistentes pues muy pocos se ataviaron con trajes de época, pero sí hubo muchos "paisanos" que nada tenían que envidiar a aquellos que vivieron antes de los dorados años veinte.

La primera Festa do Labrego, con todo, fue un éxito pues nadie tuvo tiempo para aburrirse. Bandas de música, de gaitas, partidos de fútbol con pelota de trapo y otras actividades acortaron la jornada dominical.

El ganado atrajo a los más pequeños

El ganado llamó especialmente la atención de los más pequeños de la casa.

Los organizadores consiguieron atraer al público infantil con un gran corral en el que se exhibieron los animales más curiosos de la granja.

Faltaron las gallinas o los patos, pero hasta Mosteiro llegaron los "tratantes" más prestigiosos de la comarca por no decir de otras tierras.

La verdad es que las ventas fueron escasas, pero terneros, ovejas, cabras, caballos, potros y ponis fueron sobados por decenas de pequeños y sus padres.

Tres terneritas procedentes de Pío, atadas a un centenario carballo ofrecían esa primera y entrañable imagen de las desaparecidas ferias de ganado.

A continuación, una piara con más de veinte lechones llamaba la atención de cuantos pasaban alrededor.

Luego se situaba la zona equina. Varios caballos, alguno de muy buena planta, yeguas con sus potros, asnos y ponis provocaban el agrado de muchos de los asistentes, que no dejaban de contemplarlos.

Los ganaderos llevaron a la Feira Nova los más dóciles. Todos, incluso ovejas y cabras, se dejaban acariciar por todos cuantos se acercaban. Algunos trataban de darles algo verde para comer con el fin de granjearse su confianza. Los animales ajenos a sus intenciones sólo disfrutaron de un día al aire libre.