Manuel Méndez / O SALNÉS

Una competencia feroz, la necesidad de garantizar siempre la máxima calidad del producto, la búsqueda de nuevos mercados e incluso el amor propio están transformando el mundo del vino, sobre todo en la Denominación de Orixe Rías Baixas. Las bodegas y los enólogos rozan ya la excelencia, mientras que los cauces de distribución son cada vez más completos y eficaces. Pero en el sector quieren dar un paso más, el definitivo. El objetivo ahora es profesionalizar a los viticultores, es decir, dotar a los productores de todas las armas y conocimientos posibles para dar los cuidados adecuados al viñedo, mimarlo y, a la postre, obtener el mejor vino.

Desde el Consello Regulador Rías Baixas, empresas privadas como "Xesvitgal", sindicatos agrarios, las propias bodegas e incluso la Administración pública, a través de algún concello, la Diputación de Pontevedra y la Consellería de Medio Rural, se están desarrollando variadas iniciativas, desde charlas a cursos, pasando por clases prácticas en el viñedo, para obtener la máxima formación del viticultor, es decir, de la que es también base fundamental de todo el sector.

Jóvenes y mujeres

Es un compromiso claro con la formación "de cara a obtener personal cualificado, tanto en conocimientos teóricos como prácticos", para favorecer "su inserción en el mercado laboral" de comarcas en las que, como ocurre con las cinco subzonas que integran Rías Baixas, "el sector vitivinícola alcanza una gran importancia económica y social". Lo explica la Asociación de Adegas do Salnés, donde sostienen que "los jóvenes y las mujeres se están convirtiendo en colectivos principales para su colocación en el mercado laboral".

De ahí que dicha entidad esté ofreciendo actualmente un curso de poda en verde que desarrolló su parte teórica en la Subestación de Viticultura e Enoloxía de Leiro (Ribadumia) y que actualmente se centra en las clases prácticas, que se llevan a cabo en diferentes viñedos de O Salnés.

La demanda

La Asociación de Adegas do Salnés puso en marcha ese curso, de 20 horas de duración y al que asisten una quincena de alumnos, porque es consciente de que "el tejido empresarial vinícola se está encontrando en los últimos años con dificultades para contratar personal cualificado, que tenga experiencia práctica y los conocimientos teóricos necesarios". No se trata de estudiar por estudiar, sino de adquirir nociones desde la base, es decir, permitir que el viticultor conozca cuáles son los mejores métodos de poda, cuándo realizar las diferentes operaciones entre las plantas o qué elementos o productos fungicidas debe emplear para garantizar siempre la mayor productividad de una cepa y la máxima calidad de cada racimo de uva.

Con este tipo de cursos todos salen ganando, desde los propios viticultores a lo bodegueros, pero también, y sobre todo, el consumidor, que podrá disfrutar de mejores caldos, y la viña, que sin duda agradece el trato inteligente por parte de quienes la cuidan.