Carmen Márquez es la presidenta de Bata, asociación para el tratamiento del autismo con dependencias en Vilagarcía y Baión. Bata nació en 1989 de la mano de Carmen y Fausto García, dos profesionales de la educación que quisieron llenar el vacío que rodeaba a las familias en cuyo seno se diagnosticaba este tipo de transtorno.

- ¿Con qué meta nació Bata?

- El objetivo es mejorar la calidad de vida de las personas con autismo. Bata surge por la demanda de las familias de niños diagnosticados que carecían de apoyo. Empezamos Fausto y yo y a partir de ahí las necesidades fueron marcando los diferentes servicios. Empezamos con la puesta en marcha del centro educativo de Baión, que tiene cuatro aulas específicas para alumnos con autismo y después los niños fueron creciendo y fue necesario poner en marcha el taller ocupacional.

- No sólo cubren las necesidades educacionales, también se ocupan de otras facetas, por ejemplo, garantizarles el acceso a una vivienda...

- Lo de los pisos surgió por una demanda de familias de fuera del municipio que plantearon la posibilidad de que tuviesen una vivienda. Y tenemos dos en las que conviven cinco personas con autismo. Todo nuestro trabajo está orientado a facilitarles la vida en comunidad. Como ciudadanos de pleno derecho deben tener igualdad de oportunidades que el resto para acceder a una vivienda, a educación, a empleo...

- Poseen un centro educativo específico en Baión pero también hay socios suyos que acuden a centros educativos del municipio ¿es factible y deseable la integración de personas con autismo en la enseñanza ordinaria?

- Nosotros siempre intentamos orientarles hacia la educación ordinaria. Es verdad que suelen necesitar apoyos externos pero creemos que deben estar escolarizados en la educación ordinaria. La única diferencia con la específica es la metodología y por lo tanto lo importante es que los profesores estén formados en el método adecuado.Ya existen formas de trabajar validadas, sistemas de comunicación alternativos y lo importante es que los orientadores de los colegios los conozcan. Porque ahí, con otros niños, es dónde debe estar el pequeño con autismo, y de hecho ahí están.

- ¿Cómo puede formarse un profesor en cuya clase hay un niño con autismo?

- Hace cuatro años creamos la unidad de apoyo ambulatorio (UAM) que precisamente surgió por eso. Para darle apoyo no sólo a las familias sino también a los profesores, a los que formamos en el método específico, en el sistema alternativo de comunicación. La UAM trabaja en casa de los niños, prestando apoyo a la familia pero también le da apoyo al colegio dónde está escolarizado.

- ¿Y cómo responden los centros?

- La mayoría lo acepta bien, sobre todo ahora, después de tantos años de trabajo. Les llevamos material e información y ellos colaboran con la integración, posibilitando que no sean derivados a centros específicos.

- Sin embargo, su centro en Baión no sólo sigue siendo necesario sino que tiene una lista de espera importante...

- En casi un 80 por ciento de los casos el autismo está asociado a una discapacidad intelectual que puede ser leve o muy grave, y el centro está orientado a estos últimos casos. A veces también va asociado a otro síndrome añadido y el niño necesita más apoyo. Y a veces, es la familia la que prefiere que esté en nuestro centro, que además se mantiene porque ahí formamos a la gente que después trabaja en otros colegios.

- ¿Y cómo es la acogida del resto de niños?

- Hay que pensar que el trastorno autista afecta sobre todo al área social. Quién lo padece tiene dificultades para una interacción social adecuada. Hay algunos que tienen dificultades para conversar y otros que no llegan nunca a adquirir el lenguaje verbal. Luego está la imaginación... Desarrollan pocos juegos y les cuesta planificar su tiempo. De hecho, uno de los objetivos de la UAM es trabajar las habilidades sociales dentro del colegio y por eso organizan tardes de juego para que puedan estar con otros niños.