La pleamar invade la PO-11 y «atasca» todavía más la continuidad de su paseo
Costas mantiene paralizada la prolongación de la senda por la autovía de Marín con la excusa de sus inundaciones, que se registraron ayer en el primer temporal del otoño

Un coche alerta de la entrada del mar en la autovía, que se ve al fondo. / Gustavo Santos
El primer temporal del otoño, con alerta naranja en el mar, se dejó sentir ayer en Pontevedra, con el corte parcial, durante una hora aproximadamente, de un tramo de la PO-11, la autovía de Marín a consecuencia de la pleamar.
Aunque la lluvia no fue abundante durante la mañana, el fuerte viento de sur sí provocó la entrada de las olas en los carriles de la carretera más próximos al mar. Ocurrió en torno a las 14.30 horas, en el momento más alto de la pleamar. El agua alcanzó una altura de 3,8 metros y para este miércoles se anuncia aún un nivel más elevado, de 4 metros a las 15.00 horas, por lo que podría repetirse este episodio.

El agua llegó a los coches en As Corvaceiras. | GS
La mayor entrada de agua se produjo a final de la pasarela de las mariscadoras, frente a Ence, justo el lugar donde tendría que concluir el paseo marítimo que Costas mantiene paralizado desde hace más de tres años con la excusa de que se trata de una zona con inundaciones.
Aunque no hay visos de que vaya a cambiar de opinión, el episodio de ayer supone reafirma su opinión al respecto y todo apunta a que el paseo hasta Praceres seguirá «atascado».

Las olas sobre un carril de la PO-11. | FdV
La actuación en este tramo, de algo menos de 800 metros de longitud, consiste en «la ejecución de una pasarela peatonal sobre pilotes en el mar». En su día Costas planteó la posibilidad de desplazar la actual autovía unos metros hacia el interior, al tiempo que se elevaba sobre su actual cota. De este modo, además de continuar el paseo se evitarían las inundaciones. Sin embargo, no hay avances y el paseo finaliza en un «fondo de saco» a la altura del nudo de Mollavao.
Por su parte, la pleamar también anegó la rampa del muelle de As Corvaceiras, en Pontevedra, y alcanzó a los coches aparcados en ella, una zona donde está prohibido estacionar pero donde muchos conductores dejan sus coches.
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