O Buraco: medio siglo de sabor, historia y valentía
O Buraco, un mítico bar de pescadores de Portonovo, recibió en sus 50 años de andadura a los protagonistas de la «movida» de los 80, contrabandistas y amantes del buen comer.

Representantes de las tres generaciones que han encabezado O Buraco en estos 50 años. En primer término, la fundadora, Otilia Aguín. / Gustavo Santos
«Fue un acto de valentía», explica Otilia Carballa al recordar como su madre, Otilia Aguín García, se enfrentó hace medio siglo al reto de poner en marcha su propio restaurante. Siendo mujer y con su marido en la emigración, en el contexto legal de la España de los 70 ni se le permitía realizar en solitario la compra, así que tuvo que obtener una autorización especial para abrir un local de hostelería.
Lo puso en marcha en la zona portuaria de Portonovo, rebautizando un viejo bar al que todos los vecinos conocían como O Buraco porque estaba excavado en las rocas y cuyo bajo no tenía ni ventanas.
La idea, recuerda la familia propietaria, era continuar el trabajo del bar anterior y dar servicio a los marineros y compradores de la lonja, un primer destino que hoy se traduce en varios de sus platos caseros, pero muy especialmente en las caldeiradas, que se preparan en O Buraco como se hacían en los barcos de bajura cuando estaban lejos de puerto, con las capturas del día, patatas cocidas, ajos y aceite.
Dado el público específico al que se orientaba, el restaurante abría las 24 horas. Poco se imaginaba Otilia Aguín que ese gran esfuerzo convertiría una década después a su local en todo un referente de la movida de los años 80.
«A la salida de los pubs y discotecas, que cerraban como a las 5 o 6 de la madrugada, O Buraco era el refugio de los noctámbulos», señalan sus responsables. En los años siguientes, se convirtió en un bar icónico, en donde se daban cita los jóvenes de la generación que protagonizó el cambio en la música y la estética en los primeros años de la democracia.
Siendo mujer y con su marido en la emigración, en el contexto legal de la España de los 70 a Otilia Aguín ni se le permitía realizar en solitario la compra del resturante, así que tuvo que obtener una autorización especial para abrir un local de hostelería
Tanto, que hasta se desplazaban al restaurante «vecinos de Santiago que venían a comer la raia».
Los jóvenes, y entre ellos integrantes de varios grupos de música del momento, no eran con todo su única clientela. En O Buraco también se daban cita los profesionales de la hostelería y hasta contrabandistas que vigilaban sus descargas, en un tiempo que hoy se nos antoja lejano pero en el que no era extraño que numerosos vecinos de distintos puntos de la costa gallega colaborasen en estos desembarcos de tabaco.
Con Otilia Aguín, el otro gran referente de O Buraco fue su marido, Casimiro Carballa, fallecido hace tres años. Él, que regresó de la emigración poco después de que su mujer comprase el local, era el más conocido, un esforzado hostelero de cuando en el sector ni se contemplaba la idea de horarios razonables y el encargado de recibir a todo tipo de clientes.
Tras el matrimonio fundador, tomaron el relevo sus hijas, y en la actualidad son los nietos, la tercera generación de los Carballa Aguín, los encargados de este restaurante que en los últimos años apuesta por un enfoque más novedoso.
La carta propone elaboraciones diferentes de empanadas, parrilladas de pescado y mariscos y carnes de rubia gallega, siempre respetando una historia de recetas caseras. Se trata de platos que los amantes del buen comer pueden disfrutar desde la terraza, con vistas al puerto, y en un salón privado, una nueva andadura que se crece sobre 50 años de historia y esfuerzo, pero que no renuncia a la identidad.
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