«Jomafer», otro estandarte del comercio tradicional que echa el cierre en Pontevedra
El emblema de los artículos de viaje fundado por José María Fernández en 1957 se ve arrastrado por los tiempos
El local, que pertenece a la familia, se ofrece en alquiler

Catorce años lleva una de sus empleadas más longevas aquí, atendiendo a clientes. / Rafa Vázquez
Si la historia de una ciudad se escribe en sus calles se puede decir que este es un año fatídico para la conservación de la memoria local porque la desaparición de símbolos de sus bajos como: «La Navarra», «Imprenta Peón» o «Bar París»; supone un cambio de era. De esos que lo barren todo como si nada hubiera pasado. Y eso, en una ciudad tan orgullosa de sus tradiciones y lazos sociales como esta es perder mucho. Porque lejos de que esta migración comercial cese, la tendencia sigue activa perdiendo otro de los decanos (cada vez más «jóvenes» tras abandonar los centenarios) del comercio local: Jomafer.
Ayer, con la tristeza que marcan años de lucha tras el mostrador, la familia de José María Fernández Ortiz de Zárate, confesaba que abandona las riendas de un comercio «anticuado» para estos tiempos modernos de venta por internet. De este modo, Jomafer, siglas del patriarca de esta estirpe de comerciantes que dio nombre a la que fue la tienda de maletas y artículos de viaje por excelencia de la ciudad y uno de los establecimientos esenciales de la calle Peregrina, cierra la puerta para siempre.
«Para mí esta tienda ha sido la vida entera. Y la muestra de mi ayuda siempre a mi marido», decía conteniendo la emoción «Toñita». El establecimiento vio la luz en el año 1957 en el número cinco de la céntrica calle Peregrina. Una tienda de dimensiones espectaculares en la que el mundo de los complementos y el de las pieles se unían. Como unos años antes lo habían hecho sus fundadores. Porque José María, vasco de nacimiento y comerciante de curtiduría, vino por estos parajes en su juventud y conoció a la pontevedresa Josefa, que en aquel momento estaba al frente de una pequeña tienda, y de quien no se volvió a separar abandonando su Bilbao natal. Juntos fundaron la firma y una familia que se ha visto embestida por los golpes de la vida. Los primeros años la pareja trabajó unida con la ayuda de sus hijos. Todos pasaron por allí, María José, Conchita, Elena y el propio José María, marido de «Toñita».
«Empezamos con maletas Samsonite cuando nadie las tenía y seguimos con artículos de viaje. Date cuenta que en esos años, este era el camino a la estación. Luego se amplió a la piel. Vendimos guantes, bolsos... Pero todos se fueron casando y poco a poco fueron dejando la tienda de mi suegro, que ya estaba viudo. Una hija se fue para Madrid. Otra se casó con un inspector de Hacienda y se fue a Valencia. Luego nos casamos nosotros. Y Elena, que se casó con un deportista y dejó el negocio», recuerda Toñita. Nacida en Lugo, «de jovencita pasaba temporadas en Pontevedra y un día con amigos conocí a mi marido (José María hijo), nos vimos un día en la Oliva, en ese momento yo estudiaba en la academia Jovellanos con una de sus hermanas».
Sentada en su viejo sillón habla despacio, el dolor no le da tregua. Mantiene oculta su rodilla derecha vendada. «Tengo problemas de corazón, una hernia en el nervio ciático...». Pero el mayor de los dolores que siente es la pérdida de sus hijos porque de los tres que tuvo con José María ya solo le acompaña uno de ellos. Juntos afrontan emocionados este cierre ante la imposibilidad de «seguir tirando del negocio a través de los ahorros». Y así, esta mujer que se dio a su familia política con ilusión desde que a sus 22 años se incorporara a la plantilla familiar de Jomafer, ve acercarse su 92 cumpleaños asistiendo a un cambio de era. «Es el 28 de agosto, pero para mí ya no es importante», comenta humilde a pesar de que la calle se volcó con ella cuando llegó a los 90.
Local disponible de 200 metros cuadrados en plena zona peatonal
El bajo de la familia Fernández abandona su actividad comercial tal cual la han conocido generaciones de pontevedreses. Cientos buscaron las maletas para su luna de miel, se resguardaron de lluvia y sol con sus sombreros y llevaron en sus bolsillos y bolsos sus carteras de piel.
Sin embargo, esta joya comercial de 197 metros cuadrados de la calle Peregrina, que sigue perteneciendo a la familia, sale al mercado del alquiler en busca de una nueva vida. «Solo queremos que sea alguien con una buena idea que le funcione, nos da igual el tipo de negocio, pero que sea una persona honrada», dice esta familia tan querida por sus convecinos.
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