Entrevista | José Manuel Sabucedo Catedrático de Psicología Social

«Hoy los movimientos autoritarios dicen defender la democracia»

El catedrático de Psicología Social de la Universidad de Santiago José Manuel Sabucedo fue uno de los expertos convocados por el Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia al foro «Autoritarismo e Liberdade»

El catedrático de Psicología Social José Manuel Sabucedo en el pazo de Mugaregui, donde se celebró el foro "Autoritarismo e liberdade".

El catedrático de Psicología Social José Manuel Sabucedo en el pazo de Mugaregui, donde se celebró el foro "Autoritarismo e liberdade". / Gustavo Santos

Pontevedra

—El autoritarismo y los extremismos vuelven al escenario político.

Es un tema clásico en la primera mitad del siglo XX, que tuvo su época álgida en los años 30, pero ahora el autoritarismo tiene un nuevo rostro, un nuevo estado. Los autoritarios no responden a una única ideología, sino a varias, y podemos encontrarnos movimientos autoritarios o extremistas en cualquier punto del continuo político.

—¿Puede atribuirse a un rasgo de personalidad?

No, no puede atribuirse a ningún rasgo de personalidad, sino que básicamente se produce como reacción de las personas a la interpretación que hacen de un contexto, una situación social específica. Y esa interpretación se produce de acuerdo a sus valores, expectativas o necesidades materiales. Esto es, no serían tanto rasgos personales como lo que llamamos condiciones motivadas. ¿Esto qué quiere decir? Que hay muchas personas que se afilian, apoyan o simpatizan con movimientos autoritarios en un momento determinado. Esas mismas personas pueden dejar de hacerlo si aquellas condiciones sociales con las que ellos están de acuerdo cambian. Y al contrario, aquellas personas que mantienen durante mucho tiempo una percepción liberal o democrática pueden moverse hacia posiciones autoritarias.

—¿De qué depende nuestro comportamiento?

Depende mucho del contexto. Y esto nos da una posibilidad, esto es, si decimos que las personas apoyan movimientos autoritarios o extremistas porque las condiciones que en ese momento se dan no son las que consideran, significa que una posibilidad de acción sería intentar cambiar esas situaciones desfavorables.

—¿Cómo surge el apoyo a los movimientos autoritarios?

Básicamente por la percepción de amenaza que tienen ciertos individuos, amenaza hacia sus valores, creencias o expectativas vitales. Cuando se perciben esas amenazas, uno lo que hace es volverse más intolerante frente a esas personas o grupos a los que se atribuye la responsabilidad de la amenaza. Y pronto aparece ese instante preciso y muy peligroso en el que se produce un proceso de categorización. Esto es, a partir de ese momento nosotros vamos a ver el mundo, país, nuestra sociedad o comunidad en términos de nosotros versus ellos. Nosotros somos las personas que nos sentimos agraviados, los otros son los responsables de aquello que está sucediendo. Cuando eso se produce, se crea una nueva identidad, que es la identidad tribal.

Hay una parte importante de personas vinculadas a la extrema derecha e izquierda que creen que sus verdades son las únicas

—¿Esa identidad tribal no ha sido clave también en nuestra evolución?

Forma parte efectivamente de la especie humana, que ha evolucionado a partir de la cooperación social, pero también a través de la confrontación social. Por lo tanto, los seres humanos somos capaces en algún momento de activar identidades tribales y en otro identidades más cooperativas. Cuando activamos las identidades tribales, ¿qué pasa? Que nuestra lealtad va primero con nuestro grupo, primero nuestro grupo y después el interés general . Y supone una amenaza a la democracia actualmente. Esto es, si las personas empezamos a usar mentalidades e identidades tribales, lo que vamos a hacer es tratar de actuar y comportarnos de acuerdo con los intereses de nuestro grupo frente al bien común y nuestra lealtad va a ser, no para el conjunto de nuestros conciudadanos, sino que empezamos a poner en primer lugar los intereses de nuestro grupo.

—¿Se explica el auge de los movimientos extremistas entre los jóvenes?

El último barómetro del CIS muestra que una parte muy importante de jóvenes apoya la democracia. Pero cuando se les pregunta sobre la confianza en los líderes o cómo creen que funciona la democracia en su país el nivel de aceptación es muy bajo. Por tanto, ¿a qué se están refiriendo con que creen en la democracia? ¿Qué planteamiento están haciendo? Lo que hablábamos: cuando se activan las identidades partidarias, lo que se desarrolla es la creencia de que las ideas de mi grupo son las mejores. Hay una parte importante de personas vinculadas a la extrema derecha e izquierda que creen que sus verdades son las únicas. Llegan al punto de creer que sus verdades son las mejores, pero no solo para ellos, sino para el conjunto de la sociedad. Y que si los demás no tienen esas creencias es porque no saben, son incompetentes o mala gente. Pueden incluso llegarse a sentirse moralmente obligados a imponérselas a los demás. Estamos viviendo una época en la que el autoritarismo y el extremismo se presentan con ropajes diferentes a los años 30. No vemos desfilar a militantes uniformados con sus colores, como ocurría en Alemania y otros países europeos. Hoy las personas y los movimientos autoritarios se presentan como defensores, dicen defender la democracia.

—¿Qué responsabilidad están teniendo las redes sociales en la transmisión de estos mensajes y planteamientos?

Mucha, me preocupan y sobre todo me preocupa el lenguaje de nuestros políticos. Nosotros, la ciudadanía en general, tenemos en nuestra vida diaria muchos problemas ya, no podemos ocuparnos de los asuntos políticos del día a día. Lo que hacemos es oír, escuchar, leer a aquellas personas con las cuales nosotros nos identificamos. El conocimiento del ciudadano normal de lo que pasa en la vida ordinaria, de cómo son las cosas, deriva de lo que los representantes de los partidos nos dicen que está ocurriendo. Y si escuchan a los líderes de esos partidos cómo dirigen a los demás, los descalifican, incluso a veces los despersonalizan, deshumanizan, estamos creando algo que es muy muy peligroso, una polarización afectiva: las ideas no importan tanto, sino que yo lo que hago es descalificar al otro. Cuando la política llega a ese nivel de polarización afectiva, nosotros lo que hacemos es aplicar esa experiencia a cualquier ámbito de la vida, algo que afecta mucho a la convivencia democrática.

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