Ninguna parroquia de Pontevedra, catalogada para el verano con «alta actividad incendiaria»
La exclusión este año de Saiar, en Caldas y San Xoán, en Poio de estas zonas es vista con satisfacción, pero también existe temor a que implique menor vigilancia | El distrito registró 77 incendios forestales en 2024 que calcinaron 74 hectáreas

Agentes y brigadas forestales tras un incendio el pasado año en Paredes, Vilaboa. / Gustavo Santos
El distrito forestal Caldas-O Salnés, que engloba a la totalidad de la comarca de Pontevedra, registró el pasado año 77 incendios forestales, que calcinaron 74 hectáreas. Los casos más significativos ocurrieron en Cerdedo-Cotobade, Ponte Sampaio o Vilaboa, entre otros, pero nada que ves con veranos devastadores, como ocurrió en 2006 o incluso en 2022, en A Fracha. En número de fuegos, fue el cuarto distrito de los 19 de Galicia con más sucesos, por detrás de O Ribeiro-Arenteiro, Miño-Arnoia y Vigo-Baixo Miño, pero en superficie afectada, hay ocho áreas con peor balance, en especial en Verín-Viana, O Condado-Paradanta o A Limia.
De hecho, la comarca pontevedresa ofrece los mejores datos de los últimos años, de modo que el plan anual contra los incendios forestales sitúa a Pontevedra fuera, por vez primera en mucho tiempo, de la relación de parroquias de alta actividad incendiaria. El pasado año estaban las de Saiar, en Caldas, y San Xoán, en Poio, pero ahora ya no aparecen. Son aquellas que acumulan una media anual de siete fuegos o más en el último lustro, así como las que hayan sufrido dos incendios o más superiores a las 200 hectáreas en los últimos diez años.
En concreto, hay 16 parroquias que salen del listado en 2025: Las dos de la comarca, más Ribasieira, en el municipio de Porto do Son; Meiraos, en Folgoso do Courel; Castro de Escuadro, en Maceda; Padrenda, en municipio homónimo; Casaio, en Carballeda de Valdeorras; Queixa, en Chandrexa de Queixa; Cernado, en Manzaneda; A Xironda, en Cualedro; Camba, en Laza; Chaguazoso, en A Mezquita; Bousés, en Oímbra; Grixoa, en Viana do Bolo; Sabuguido, en Vilariño de Conso; y Vilamaior da Boullosa, en Baltar. En cambio, entran en esta lista las parroquias de Requeixo, en Chandrexa de Queixa, y Pontellas, en O Porriño.
Las comunidades de montes llevan tiempo trabajando para mitigar los efectos de un posible nuevo incendio. La construcción de más pozos de agua y las plantaciones de árboles de especies frondosas son dos de las estrategias más empleadas. Esta última es, precisamente, una de las medidas a las que ha recurrido la comunidad de Saiar, en Caldas de Reis, donde han empezado algunos de los fuegos más dañinos de los últimos años.
«Eso es un buen síntoma, porque quiere decir que en los últimos años ha habido menos incendios», declara el presidente de los comuneros de Saiar, José Manuel Suárez. Pero admite que, tras la satisfacción inicial, se encuentra también un poso de preocupación. «Lo que a nosotros nos preocupa es que al sacarnos de esa lista de alto riesgo disminuyan el control y la vigilancia», añade.
Algunos de los incendios más graves de los últimos años en Xiabre empezaron precisamente en Saiar, y subieron posteriormente la montaña en dirección a terrenos que pertenecen a comunidades vecinas. Por ello, la exclusión de Saiar de las parroquias de alta actividad incendiaria puede tener consecuencias directas para otras comunidades. José Manuel Suárez no oculta su preocupación, pues teme que al rebajarse el nivel de riesgo se relaje también el control policial. Y considera que eso sería un error. «Nuestro monte es muy peligroso, porque con viento los incendios se propagan muy rápido, y las personas que quieren hacer daño saben perfectamente cuándo plantar fuego y dónde».
La comunidad de Saiar cuenta con personal y maquinaria propios, de modo que realizan trabajos de limpieza y silvicultura a lo largo de todo el año. Además, también contratan rozas con empresas externas en las zonas más escarpadas y peligrosas. Otra de sus estrategias para combatir las llamas son las frondosas.
A raíz del incendio de 2017 crearon varias franjas con este tipo de árboles, más resistentes al fuego. En el entorno de las pistas principales -como la que sube desde O Pousadoiro hasta Fontefría- la franja tiene hasta 15 metros de ancho, y se hizo con entre tres y cuatro líneas de árboles.
En la linde con los terrenos de la comunidad de montes de Cea, ya en Vilagarcía, plantaron también una línea de secuoyas y pinos, con la esperanza de que hagan de barrera en caso de incendio. En su momento, Saiar y Cea propusieron a la Xunta de Galicia ampliar el cortafuegos entre las dos parroquias, pero la Administración rechazó la propuesta.
Las «escombreras»: un problema que no cesa
Otro quebradero de cabeza constante para las comunidades de montes son los vertederos incontrolados. No solo afean el entorno, sino que también son un foco de posible contaminación para las aguas, y según los materiales depositados, puede ser también un efectivo alimento para las llamas. A mayores, estos vertederos pueden suponer una sangría económica para las comunidades, pues muchas de ellas han sido multadas por la existencia de estos depósitos de basura en sus terrenos, a pesar de que la administración no conoce al autor del vertido.«Los vertederos incontrolados son a menudo la consecuencia de decisiones que exceden las competencias de las comunidades de montes», advierte Ramón Bueno, presidente de la Mancomunidade de Vilagarcía. «Y las comunidades de montes no tenemos ni recursos, ni medios ni competencias para vigilar ese tipo de vertidos o para sancionar a quienes los hacen», añade.Asegura que el Ayuntamiento de Vilagarcía es muy diligente cuando les piden retirar un depósito de basura, pero que incluso así hay escombro que el personal municipal no puede recoger, como cuando se trata de restos de obra donde hay uralita, por la presencia del amianto.
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