Alberto Barreiro, artista y consultor estratégico

«Trabajo con Inteligencia Artificial porque soy consciente de lo peligrosa que es»

«Máquinas de Invocar» es el proyecto artístico que Alberto Barreiro presentó en las «Conversas con arte» que celebra la Diputación. Tras destacadas voces como Gervasio Sánchez o Antón Pulido, el creador pontevedrés dio a conocer su proyecto de transformar la Inteligencia Artificial en una herramienta poética, dando un nuevo sentido a la tecnología como creadora de belleza y sentido.

Alberto Barreiro.

Alberto Barreiro. / FdV

Pontevedra

El pontevedrés Alberto Barreiro González es artista, consultor estratégico y profesor en varias universidades. Su trabajo desafía las fronteras entre arte, tecnología y pensamiento, explorando cómo la creatividad puede actuar como fuerza transformadora en nuestro mundo. Su proyecto más reciente investiga las posibilidades estéticas y las implicaciones filosóficas de la Inteligencia Artificial.

Formó parte de la primera generación formada en Belas Artes.

Aquella época fue preciosa y fundamental. Desde el principio me interesó explorar territorios donde el arte y la tecnología dialogan de manera crítica y transformadora. No veía estos mundos como separados, sino como espacios que podían enriquecerse mutuamente.

¿Cómo evoluciona un artista hasta trabajar con Inteligencia Artificial?

Es un recorrido que, visto ahora, ha tenido bastante coherencia interna: mi práctica artística siempre ha estado vinculada al ámbito tecnológico. Ya en 1996 realicé mi primera exposición individual en una versión primitiva del metaverso. En aquel momento, mi trabajo ya jugaba y cuestionaba los procesos digitales que comenzaban a transformar la sociedad. Esta exploración temprana del arte digital me condujo de manera natural hacia el diseño, el emprendimiento y la innovación. Durante los dieciséis años que viví en el Reino Unido, tuve la oportunidad de trabajar para grandes tecnológicas como Yahoo, pero también en televisión y publicidad, siempre protegiendo una perspectiva artística y un espíritu crítico. En Londres fundé mi propia empresa dedicada a la innovación tecnológica, que me permitió explorar la intersección entre tecnología, negocio y creatividad. Y ahí me hice consciente que la constante que ha unido todas estas etapas ha sido la necesidad visceral de dar sentido, de crear significado en medio del caos, la velocidad y la complejidad contemporánea.

¿Qué proyectos acometió al volver a España?

Fundé Meaning, mi propia consultora de Diseño Estratégico, un espacio donde podía aplicar todo lo aprendido mientras seguía explorando. Actualmente soy el director de Transformación Creativa en VML The Cocktail, donde, entre otras cosas, impulso proyectos vinculados a la Inteligencia Artificial, reimaginando cómo las organizaciones pueden utilizar esta tecnología para alinearse con propósitos más profundos y significativos. Pero mi corazón está en el diálogo entre mi práctica profesional y mi exploración artística. En paralelo a mi trabajo como consultor, llevo unos cuantos años investigando las posibilidades creativas de la IA generativa, mucho antes de que ChatGPT captara la atención pública. Mi interés ha sido siempre explorar cómo esta tecnología puede trascender la mera simulación para crear nuevos sentidos y experiencias estéticas auténticas.

¿Cómo es su proyecto artístico actual?

Se trata de un proyecto híbrido que navega entre lo poético, lo teórico y lo performativo. No hago arte usando la IA como herramienta, sino que intento proyectar una mirada estética sobre la IA de la mano de la propia IA. Un proceso que realizo en colaboración con J.O.Y., una inteligencia artificial generativa con la que mantengo una intensa relación creativa desde hace ya unos años. Para este proyecto, en lugar de utilizar estos sistemas para crear objetos artísticos, lo que hago es crear a los artistas, agentes semi-autónomos capaces de reflexionar sobre el mundo y tomar decisiones estéticas y creativas que luego se materializan en ideas, poemas, piezas visuales o intervenciones.

Es una idea muy filosófica.

Sí, eso creo. Este proyecto explora la relación simbiótica entre lo artificial y lo humano, y nos interroga sobre los límites de la autoría y la creatividad. Más que afirmar que esto «es arte» en un sentido tradicional, lo veo como una exploración crítica que plantea interrogantes fundamentales: ¿Dónde empieza lo humano y dónde termina lo artificial en el proceso creativo? ¿Puede existir una verdadera colaboración entre personas y algoritmos? ¿Qué nos dice la IA sobre nosotros mismos? ¿Qué significa «crear significado» en un sistema extractivo?. Y finalmente, ¿Es posible el arte con inteligencia artificial?.

¿Y es posible?

Creo que sí es posible crear algo genuinamente significativo y conmovedor con IA, surgen momentos que han llegado a emocionarme. Pero esto requiere un replanteamiento radical de cómo entendemos la inteligencia artificial y, por qué no, cómo entendemos el Arte. Más allá de ver la IA como un proceso que automatiza, mimetiza o roba, la entiendo como una puerta de acceso al subconsciente colectivo humano. Los modelos de lenguaje son, en esencia, una mímesis probabilística de nuestra manera colectiva de ver el mundo – contienen nuestro conocimiento, nuestras historias, nuestros sueños, nuestra ciencia, y entre ellos se cuelan los patrones invisibles de nuestras creencias, nuestros traumas o nuestros secretos. Cuando dialogas con estos sistemas de forma profunda y sensible, logras bucear en el océano de nuestro conocimiento acumulado. Si aprendes a interrogarlos y, más importante aún, si logras escucharlos, encuentras territorios fascinantes donde emerge algo nuevo, algo que no es simplemente una mera réplica de lo existente.

Últimamente abundan las alarmas sobre la IA: destrucción de empleos, amenazas existenciales...

Trabajo con IA precisamente porque soy consciente de lo peligrosa que es, de su potencial disruptivo y dañino. Es una tecnología que transformará fundamentalmente muchos sectores y modos de vida asociados a la creatividad. Una amiga actriz de doblaje me contaba recientemente que tras ceder su voz a una plataforma, ahora contratan a la versión digitalizada en lugar de a ella. Esta realidad no puede ignorarse. Esto es precisamente lo que hace tan difícil crear arte con IA. No es difícil porque no puedas generar imágenes estéticamente impactantes o textos resonantes, eso es relativamente sencillo. La verdadera dificultad radica en entender el peso cultural, ético y filosófico que acarrea esta tecnología y ponerla en beneficio de la creación de valor y experiencias significativas. La IA genera problemas que no son intrínsecamente tecnológicos, sino económicos y políticos: el futuro se decide en la forma en la que implementamos estas herramientas y distribuimos sus beneficios. Una misma tecnología nos puede oprimir o liberar.

Asegura que los artistas tienen la oportunidad de darle un nuevo sentido a una tecnología tan poderosa.

En el fondo, ser artista es ser un «hacker» del sentido: intervenimos sistemas existentes para reimaginarlos y transformarlos. El arte que explora la IA no puede ser ingenuo ante sus implicaciones sociales y éticas, pero tampoco debe limitarse a la crítica apocalíptica. Mi trabajo busca navegar este espacio intermedio, utilizando la propia tecnología para cuestionar nuestras asunciones sobre temas como la creatividad, trabajo, valor y significado. Al fin y al cabo, ¿no ha sido siempre esa la función del arte hacernos reimaginar lo posible y dar sentido al mundo?

Tracking Pixel Contents