La falta de relevo pone fin a un histórico furancho: Casa da Luga de Marcón

El lugar de Pintos dice adiós a uno de sus imprescindibles loureiros, que echa el cierre tras cumplir sus bodas de plata y recibir a miles de personas durante todos estos años

El matrimonio de Carmen Villaverde y José María Fernández con familiares y amigos.

El matrimonio de Carmen Villaverde y José María Fernández con familiares y amigos. / FdV

Pontevedra

El furancho Casa da Luga, del lugar de Pintos, en la parroquia pontevedresa de Marcón, ha echado el cierre. En esta ocasión no es hasta el año que viene, como se despedían habitualmente sus responsables, sino que se trata de un cierre definitivo. Lo hace justo cuando acaba de cumplir sus bodas de plata de actividad y condicionado por la falta de relevo generacional.

Por las mesas de la casa del matrimonio formado por José María Fernández Cortizo y María del Carmen Villaverde González han pasado miles de personas en estos 25 años. Con ellas incluso compartieron mesa, cada noche al terminar la jornada. Pontevedra pierde a un histórico loureiro y, con él, un pedacito de tradición gallega.

Todo comenzó en el año 2000 y por el excedente de vino que se producía en las viñas familiares. «Primero vendíamos a los bares, pero después se prohibió vender vino sin etiquetar, así que decidimos abrir el furancho», recuerda Carmen Villaverde González.

En sus fincas tienen uvas de varios tipos, de modo que sus clientes siempre han podido degustar vinos de calidad tinto y blanco. «Teníamos cincuenta mil clases: hoja redonda, caíño, garnacha... Son vinos que ahora prácticamente no existen», indica José María Fernández Cortizo.

El actual ritmo de vida es básicamente el que pondrá fin a este tesoro de la naturaleza y la mesa, ya que en la familia no hay el relevo necesario para continuar ni con el trabajo de las viñas ni con el del furancho.

«Todos son trabajadores, pero la vida antes era diferente. Antes aunque trabajases fuera llegabas a casa y seguías trabajando. Ahora tienen más actividades con los hijos y otras cosas», considera María del Carmen, que añade que «nos decidimos ahora porque nuestras viñas no están fáciles de trabajar».

«Esto te tiene que gustar, pero da mucho chollo. No es solo ponerse allí a la noche a despachar el vino y nada más; en realidad estás enredado todo el día», reconoce José María.

En esta última etapa daban cinco de las once tapas permitidas por la Xunta: tortilla de patata, pimientos, embutido, oreja/chorizos y raxo/zorza. Todas ellas salían igual de bien, pero especialmente la zorza y los chorizos.

Una de las cenas tras la jornada en Casa da Luga de Marcón. |  FdV

Una de las cenas tras la jornada en Casa da Luga de Marcón. / FdV

Varias generaciones

Por las mesas de la Casa da Luga pasaron miles de personas en todos estos años, muchas de ellas de varias generaciones: «Muchos clientes de años y otros que ya faltan. Algunos que empezaron de niños continuaron viniendo ya de adultos».

Pero no solo vecinos de la comarca de Pontevedra, sino incluso de otros puntos de la provincia, como Redondela o Vigo.

Una cuestión que la familia siempre tuvo clara es que no se admitían reservas. «Nunca quisimos. En mi opinión eso no se debería hacer. Los furanchos deberían volver un poco a sus orígenes, que era cuando se llevaban mejor», manifiesta María del Carmen.

En la actividad del furancho el matrimonio, él de casi 76 años y ella de 70, ha contado con la ayuda todo este tiempo de varios familiares. «Todos los hijos, mi hermano y mi cuñada, dos primas... Fueron de mucha ayuda», resume Carmen agradecida a todos ellos.

Música tradicional

El último día que la Casa da Luga estuvo abierta al público hubo una fiesta de despedida improvisada. Se bailó y se cantó hasta las cinco de la madrugada. «Fue muy bonito, para recordar», afirman.

Era habitual que en este furancho de Marcón hubiese grupos de música tradicional: «Todos los días había, porque nuestro hijo toca la gaita, nuestro yerno el acordeón... También venían pandereteiras... Desde siempre había fiesta todos los días».

El balance de esta temporada, entre vino blanco y tinto, ha sido de nuevo un récord en este loureiro, con 1.300 litros servidos en tan solo 21 días, cuando terminaron la producción.

De los trece furanchos que abrieron este año en el municipio de Pontevedra, cinco están en la parroquia de Marcón y tres de ellos en ese lugar de Pintos, como Casa da Luga. El matrimonio de propietarios reconoce que cierran con pena, «porque el contacto con la gente es bonito», pero toca ya descansar. En todo caso, la oferta en la ciudad, aunque decrece, sigue siendo amplia.

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