El declive de un mercadillo ambulante con apenas 60 licencias: «Cada día es más flojo»
Dos años después de su traslado a la Alameda y el posterior regreso a Rafael Areses, los vendedores se quejan de las bajas ventas «al otro lado del río» | Denuncian el «abandono» del Concello, que «no oferta los puestos vacíos»

Vecinos buscando chollos en los puestos ambulantes del Paseo Rafael Areses, ayer antes de comer. / Rafa Vázquez
Como cada sábado por la mañana desde hace décadas el mercadillo ambulante abrió la persiana a eso de las 9.00 horas. Lo hizo en el Paseo Ingeniero Rafael Areses, un espacio que desde hace un par de años es foco de conflicto entre los vendedores ambulantes y el gobierno local. «Cuando lo necesitaron nos obligaron a marcharnos de esta zona a la fuerza, porque había que hacer obras en la explanada del Recinto Ferial. Entonces nos instalaron en la Alameda, donde está la arboleda. Esos meses nos fue muy bien porque estábamos en pleno centro, como hace años. Pero hubo un enfrentamiento político entre distintos partidos y nos pusieron de nuevo al otro lado del río. Aquí la venta es difícil», explica Merchi.
Fue hace dos años, en abril de 2023 cuando el PSOE local, entonces en el gobierno municipal, desplazó el mercadillo a la Alameda, para alegría de los vendedores. Allí permanecieron los puestos solo hasta julio. Con el BNG ya gobernando en solitario tras las elecciones, la feria fue levantada del emblemático parque, lo que provocó el parón de su actividad durante tres meses en los que los vendedores quisieron presionar al Concello para que apostara por dejarles continuar en la Alameda, desatando un conflicto que se mantiene hasta hoy.
Ayer, cerca de una treintena de puestos formaban un pasillo en el que era posible comprar desde calcetines y batas hasta bolsos y muñecas. Pero faltaban clientes. La amenaza de lluvia no ayudó y muchos de los comerciantes también decidieron que no trabajarían en Pontevedra, dejando en cuadro un mercadillo que, según afirman los vendedores, «cada día es más flojo». «Hoy no se ha vendido mucho, los días que amenaza lluvia son un asco. A la gente le cuesta mucho venir hasta aquí. No quieren tener que cruzar el puente para hacer sus compras. Estar apartados del centro influye mucho en la venta. Los meses que estuvimos en la Alameda fueron buenísimos. Al estar en el centro, la gente se acercaba a hacer sus recados a lo largo de toda la mañana. Vendía a chavales que pasaban por allí. También a personas mayores, incluso en silla de ruedas. Esas personas no se molestan por desplazarse hasta aquí porque lo ven muy lejos», cuenta Rita. Lleva al frente de su puesto, junto a su marido, 45 años participando en el mercadillo de Pontevedra.
Para ellos, que tienen solera y se mueven por otros mercadillos de Galicia (hoy están en Arcade, porque «allí se vende mucho al estar en zona de paso, todo es el centro», dicen) recuerdan los buenos tiempos de Barcelos. «En la plaza de Barcelos estuvimos cerca de diez años creo, allí funcionaba muy muy bien».
«La gente que viene por aquí a hacer deporte, pero esas personas no se paran a comprar. Y para quien quiere pasar el día en el mercadillo, venir al otro lado del río le supone un mundo», manifiesta otro vendedor ambulante.
«Sin un baño cerca, tenemos que cruzar el puente para ir a la Plaza o a un bar»
Los comerciantes del mercadillo se sienten abandonados por la administración local. El tiempo ha dividido al grupo a juzgar por sus interpretaciones, pero comparten la sensación de «apatía» por parte de la Concellería de Mercados. «Quizá no debimos luchar por las malas como lo hicimos. Yo siempre pensé que era mejor ir por las buenas, pero somos muchos y la mayoría creyó que plantar cara de frente era lo mejor. Y aquí estamos. No nos quieren en el centro de la ciudad», dice una vendedora.
Sea por eso o no, lo cierto es que hay una impresión general de «dejadez» por parte del Concello. «Trabajamos toda la mañana, pero no podemos tomar un café porque no hay nada alrededor. Tampoco tenemos baños. Los más cercanos están en el Recinto Ferial, pero desde que hubo problemas con los chavales de los botellones están cerrados y no podemos usarlos», dice Merchi.«Cuando tengo que ir al baño, cruzo el puente voy a un bar o uso los de la Plaza de Abastos que están allá. Alguien tiene que cuidar mi puesto todo ese tiempo o lo dejamos sin mercancía tapado», cuenta Roberto. «Mañana estaremos en Padrón, allí estamos en el centro, se vende mucho y tenemos bares donde coger un bocadillo y poder ir al baño», remata.
«Cada vez somos menos porque no se ofertan los puestos que quedan libres»
Otro de los problemas que señalan los vendedores ambulantes es la falta de relevo que mantenga vivo el mercadillo de Pontevedra. Estos comerciantes son autónomos que deben solicitar una licencia al Concello para desarrollar su actividad. «Cada año presentamos toda la documentación, incluido el certificado de estar al corriente en el pago con la Administración. El puesto se paga al Concello cada trimestre en función de los metros que ocupa. Vengas o no, hay que pagarlo mientras tengas la licencia. Pero estamos observando como cuando un compañero se jubila y deja el puesto sin haberlo traspasado antes a otra persona (el cambio de titularidad debe figurar también en el censo de puestos municipal), ese puesto vacante no es ofertado por parte del Concello a nuevos comerciantes. Sabemos que hay vendedores de otros municipios que estuvieron interesados. También de la comunidad gitana, pero esos puestos no salen», cuenta otra mujer que prefiere no dar su nombre. Y dice que, a los compañeros de fuera, a veces, no les compensa como a «uno de Santiago que hoy no está». «En su día éramos 200 puestos, ahora seremos 60. Y hoy aquí estamos menos de 30». «Pagamos como un reloj, pero no tenemos ni los servicios básicos, como un baño cerca».
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