Villa Pilar, la casa indiana hecha icono
El inmueble cumple 120 años con el inicio de sus obras de rehabilitación a cargo del arquitecto Mauro Lomba
Tendrá un ascensor interior transparente y recupera la terraza superior original

Mauro Lomba en la escalera de maderas nobles cuyo hueco albergará el ascensor / Rafa Vázquez
«Si tú envías una carta a Pontevedra y pones nada más Villa Pilar, llega a la casa. Eso indica la relevancia que tiene el edificio siendo privado, respecto a la ciudad». Son palabras de Mauro Lomba, el arquitecto y director de obra que encabeza del proyecto de rehabilitación integral del singular edificio de «Las Palmeras», cuyo plazo de ejecución es un año. Tras una década de papeleo para obtener las licencias de Patrimonio de la Xunta y el Concello, por fin ha iniciado las actuaciones hace escasas dos semanas, por el sótano, donde está recibiendo tratamiento antixilófagos, cuando se cumplen 120 años de su construcción.
«Son obras comunitarias. Se van a ejecutar tres grupos de actuaciones. Una línea es la estructural, por la que toda la estructura antigua de madera, la cubierta, los forjados… serán restaurados y reforzados con la tipología original, de forma que la casa vuelva a tener condiciones de habitabilidad por muchos años. Por otro lado, vamos a conseguir la accesibilidad total. Es necesario tener ascensor y que las distribuciones interiores se adapten a la forma de vivir actual. El ascensor será interior y se ubicará en el hueco de la escalera, será transparente, un cilindro que recorrerá la casa de arriba a abajo hecho de policarbonato y una ligera estructura metálica, que dejará a la vista la escalera. El tercer grupo de actuaciones se centrará en recuperar el saneamiento de la casa. Vamos a ganar altura al sótano para poder drenar la casa y liberarla de las humedades, por dentro y por fuera. Y conectarla mejor al jardín. Nos han autorizado a darle un poco más de cota a las salidas para que haya relación directa entre la casa y el jardín. Y se va a recuperar la terraza de la tercera planta que hoy está cubierta», explica Lomba.

Vista lateral de la casa, ya en obras. | R. Vázquez
El edificio lo mandó construir el indiano de origen pontevedrés Manuel Martínez-Bautista y vio la luz en 1905. «Es un estilo arquitectónico que, aunque está desvinculado de la continuidad de Europa, es reconocible como un estilo de esa época de la emigración. Tiene un gran valor arquitectónico y cultural que hay que proteger. Pero hay que protegerlo manteniéndolo vivo, no impidiendo que esté en funcionamiento. El patrimonio que se restaura no debe servir solamente para conservar, sino que la gente, la sociedad, el pueblo, tiene que poder disfrutar de esas piezas y hacer uso de ellas. Porque es la única forma de que ese patrimonio sea sostenible. Aunque no hubiese un organismo como Patrimonio, soy el primero en defender que el patrimonio es la memoria histórica. Y la memoria hay que mantenerla, pero también hay que ponerla en valor. Si viviesen nuestros antepasados, ellos no mantendrían tal cual las cosas. Tratarían de actualizarlas para que sean confortables y vuelvan a servir a otra generación», recalca el arquitecto.
Se cierra el círculo
Los emigrantes que triunfaban decidían volver haciendo construcciones que les representaban, como Villa Pilar. Se da la paradoja de que cuando se construyó sobre un terreno comprado al Concello, en medio de los dominios de las grandes familias del momento, como los Riestra o los Montero Ríos, fue rechazada por ellas pues representaba la opulencia de quienes se habían hecho ricos en ultramar, pero no tenían solera familiar. Significándose en la ciudad, plantaba cara al poder de la burguesía pontevedresa de la Restauración, que rediseñó la Boa Vila una vez esta fue nombrada capital, gestionó la acción cultural (con tertulias o la creación del Liceo Casino), acomodó las nuevas leyes y tuvo representación en Cortes, en Madrid. Hoy sus tres plantas pertenecen a: Pilar de Sá (descendiente de Martínez-Bautista e impulsora de la rehabilitación junto a Lomba), José Castro (gallego que vive entre Nueva York, México y Tokio) y uno de los descendientes de estas grandes familias, Vicente Riestra. Así, «la indiana» cierra el círculo en la historia de la propia ciudad, a través de sus familias más representativas, convertida en todo un icono de Pontevedra.
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