Más de 250 personas «sin hogar» en 2024, según el «censo» de Cruz Roja
La ONG las localiza y asiste en la calle | Sobre los violentos, comerciantes: «Gritaba a los perros, ¡muerde!», «Hizo pis en el cristal» | Vecina: «Subió a mi casa y aporreó la puerta»

Varios indigentes reunidos en plena plaza de A Ferrería . / Gustavo Santos
Solo en 2024 fueron localizadas, registradas y atendidas 253 personas en situación de calle en Pontevedra por la Cruz Roja. Así las cosas y con un flujo constante de nuevas personas sin hogar (muchas ambulantes) durante el tiempo que permanecen en la ciudad, plazas históricas como A Ferrería o A Pedreira, las inmediaciones de la Plaza de Abastos, el Museo, los bajos de la calle General Gutiérrez Mellado y la zona que rodea al Hospital Provincial (por Loureiro Crespo y por Joaquín Costa, punto de suministro de metadona), junto con los soportales de la Avenida de Buenos Aires; se han convertido en áreas de descanso improvisadas y, algunas de ellas, puntos de trapicheo. Y, aunque muchas de estas personas no representan peligro para el resto, lo cierto es que hay algunas que, por su actitud y prácticas, no dan descanso a los comerciantes y vecinos de las principales zonas por donde se mueven o pernoctan.

«Dormitorio» improvisado en Gutiérrez Mellado | Gustavo Santos
En lo que a asistencia social se refiere, la sede local de la Cruz Roja mantiene activo el proyecto «Atención Integral a Personas sin hogar», por el que sus equipos se echan a la calle para detectar a personas sin techo. Les ofrecen atención directa «para reducir el daño y los riesgos a los que se enfrentan diariamente quienes están en la calle». Al amparo de este proyecto se les ofrece a estas personas, en una situación de vulnerabilidad tan extrema, la cobertura básica como: productos de higiene personal, abrigo o documentación administrativa. Unas salidas que se realizan dos veces por semana y que supone una media de 20 personas atendidas por salida (y un total de 2.500 intervenciones en 2024) cuando llega la noche y el frío es más duro.
La intención de hacer un seguimiento que ofrezca apoyo y garantice un mínimo de acompañamiento. Muchas de estas personas están solas y es difícil que restablezcan los lazos familiares y otra red social de apoyo. Es común también que muchos lleven tanto tiempo en la calle que una vida común para ellos es algo muy complicado. Y también es habitual que muchas de estas personas padezcan alguna patología psiquiátrica sin que estén siguiendo un tratamiento. Además del alto porcentaje de drogodependencia y alcoholismo, especialmente entre el grupo más conflictivo del colectivo sin hogar. Para este grupo, los bancos de A Ferrería sirven como patio de recreo donde trapichean y discuten a plena luz.

Varios miembros del grupo más conflictivo frecuentan las plazas de La Estrella, A Ferrería y San Francisco / Gustavo Santos
De peleas de perros a amenazas a la Policía con un cuchillo
«Llevo más de un año y he visto de todo. Se pelean y se drogan en la puerta. Hasta sé quién les pasa. Cuando se ponen a discutir tengo que llamar a la Policía Local, entonces vienen y se dirigen a ellos por su nombre. El otro día un grupo se divertía haciendo que sus perros se pelearan, gritaban ¡muerde, muerde! Y uno se puso a hacer pis en el cristal, no creo que se diera cuenta que estaba frente a mí, porque cuando terminó se puso a caminar de lado hasta caer y golpearse la cabeza. Y me han entrado a robar, cuando lo vio un chico le preguntó si lo pensaba pagar y el hombre se puso como un loco. Ha bajado la clientela, los padres se quejan», relata Jeimy, dueña de la tienda de chucherías JeiPop.
Sergio lleva solo tres meses empleado en la Pizzería Dolce Vita, pero ya ha tenido algún encontronazo con el grupo que duerme en los soportales. «Alguno aprovecha cuando limpiamos, que la puerta lateral está abierta, para entrar y robar comida. Y se echan sobre los clientes. El otro día tuvo que venir la Local, la Nacional y una ambulancia», cuenta.
«Es peor cuando llueve. Hacen sus cosas y fuman porros. A veces se ponen a discutir y los clientes que están en la terraza se van, porque no paran de pedirles. Estas son cafeterías y bares muy familiares y a la gente le molesta. Hemos tenido que limpiar todo lo que hacen», relata Germán, empleado de La Pipa.
Los vecinos del número 8 de A Ferrería son los más afectados, aunque afirman haber tenido un respiro desde que se quitaron las vallas de obra que ofrecían cobijo ante miradas indiscretas y la apertura del bar San Francisco. «Nos han hecho de todo», comentan dos vecinas. «Nos tiraban heces y restos de comida al portal. Nos han roto la cerradura y dan golpes al telefonillo. Un día uno de ellos subió y se puso a golpear la puerta diciéndome que saliera a abrirle el portal», relata una de ellas indignada con la postura del Concello.
De los últimos altercados registrados, las amenazas proferidas cuchillo jamonero en mano a policías nacionales en el bar Sonata, por parte de un hombre fuera de sí de 70 años.
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