Asociaciones y estudiosos piden que se impida el derribo del último alfolí
«Es un escándalo», señalan desde Amigos do Museo | El Gremio de Mareantes lamenta que «da la impresión de que no interesa conservar la memoria sino al revés, borrarla»

Vista del siglo XIX de Pontevedra donde se aprecia en primer término el alfolí de Galera con su embarcadero. / Hispanic Society of America
Al menos cinco asociaciones culturales, vecinales y de defensa del patrimonio marítimo, así como historiadores, arqueólogos e investigadores del pasado naval de la ciudad, piden al Concello y a la Xunta que frenen el derribo del antiguo Alfolí de la calle Galera. Se trata, recuerdan, del último vestigio del comercio de la sal, una actividad clave durante siglos para Pontevedra. También apelan a la antigüedad del edificio y su carácter simbólico para argumentar su conservación.
«Es un escándalo, nos perece un error enorme que a estas alturas un edificio histórico de estas características se pierda. Y además de este modo, sepultado bajo la piqueta. Lo propio sería conservar la estructura externa, un proyecto como el que se hizo hace décadas al final de la calle Arzobispo Malvar que garantice que se preserva, por lo menos, la presencia exterior», señala Ernesto Vázquez-Rey, presidente de la Asociación de Amigos do Museo de Pontevedra, uno de los colectivos que no oculta su estupor ante la pretensión de la Sareb de echar abajo un edificio que, con seguridad, es anterior a 1.700.
«Es de lo poco que quedó de la destrucción del barrio marinero de A Moureira, han tirado casi todo», lamenta José Luis Arellano, presidente del Gremio de Mareantes, que integra a más de 450 familias (unos 2.000 socios). Afirma que «estamos totalmente en contra» del proyecto de la Sareb de derribar el alfolí para construir apartamentos. «Es esencial conservar los restos que nos quedan de ese pasado. Se olvida que Pontevedra vivió siglos ligada al mar y supeditada al comercio de la sal. Da la impresión de que no interesa conservar esa memoria sino al revés, borrar esa parte de la historia».
En semejantes términos se pronuncian colectivos como Marmurios de Leucoiña o la Asociación Colón Galego. Consideran como varios investigadores que el antiguo alfolí «sería uno de los edificios a incluir en un futuro Museo da Historia e da Cultura Marítima do Atlántico, que por razones obvias tiene que hacerse en Pontevedra». Estiman que «podría vincularse al Museo e incluir varios edificios entre ellos la Casa-Museo de Colón» y aseguran que se sumarán a una recogida de firmas para intentar frenar la destrucción del inmueble.
Proyectan una recogida de firmas y varios colectivos sugieren que sea sede de un futuro museo de la cultura marítima
De «auténtica barbaridad» califica el arquitecto y escritor Rafael Fontoira, durante 33 años arquitecto de Patrimonio en Pontevedra, el proyecto del banco malo. «Es monstruoso que a estas alturas se proyecte ese derribo” afirma antes de recordar que “el tráfico de la sal fue importantísimo para esta ciudad».
Y es que el alfolí es el último vestigio de una actividad comercial clave en la historia de Pontevedra. Los galeones que partían de la Boa Vila para transportar el vino de O Ribeiro, fundamentalmente a Londres, y la salazón a los Países Bajos regresaban cargados de sal, en especial una muy preciada, la de Guerande. Se trata de un producto sin refinar y secado al sol procedente de la región francesa de Bretaña que constituía el único medio de preservar las salazones.
«Era un recurso tan valioso», destaca el arquitecto, «que era propiedad de la Corona y ésta nunca se deshizo de él» hasta que se estableció el sistema de concesiones que rigió posteriormente la labor de los alfolís.
El investigador David Rodríguez Couto, autor de «Imperio y reputación», una obra en la que profundiza en la gesta de los Nodal, dos hermanos de A Moureira que en el siglo XVII capitanearon una de las más grandes expediciones científicas de su tiempo, tampoco oculta su estupor por el proyecto urbanístico. «Muchas veces, como en este caso, somos nosotros mismos los que acabamos con nuestra propia historia, como sucedió en fechas recientes con el derribo de la casa natal de los Nodal», afirma, antes de concluir que «es triste que no haya una iniciativa para proteger el alfolí, recuperarlo y darle un nuevo uso para uso público o, incluso, privado, pero sin derribarlo».
Juan Lago, presidente-fundador de la Asociación de la Carta de Juan de la Cosa, es otro de los que hace un llamamiento a las administraciones para conservar el antiguo almacén de sal. «Es un edificio que habría que proteger y adecentarlo, con destino a un museo o a una biblioteca», apunta como hipotéticos usos. También recuerda que «en sus inmediaciones se construyó la nao Santa María, se trata de espacios a poner en valor, no a destruir». En general, la cultura considera el derribo un error histórico.
Incógnitas sobre la propiedad de la finca del Teucro, que se proyectó que formase parte del Valle-Inclán
El arquitecto Rafael Fontoira recuerda que el almacén de sal de Galera «es del siglo XVII y disponía de muelle propio, pero además está situado al lado de la actual finca del Teucro, donde estaban los astilleros de A Moureira». Apunta a continuación a una de las incógnitas que también refieren otros historiadores: «Esos terrenos no pueden tener dueño porque son ganados al mar, de hecho había una parcela en cuesta desde donde se lanzaban los barcos que se construían”.
Investigadores consultados por FARO estiman que la propiedad pudo pasar a manos privadas «en momentos muy oscuros del pasado siglo y/o finales del XIX y solo se explica por la corrupción, porque se trata de espacios que fueron rellenados y que en buena lógica serían públicos».Por otra parte, subrayan que «no se puede construir sin al menos realizar una prospección arqueológica. Las estructuras de los astilleros estaban realizadas en madera, con lo que no quedará apenas de ellas, pero sí herramientas u otros materiales» que permitan investigar la historia de la construcción naval en la ciudad.
En la década de los 80 del pasado siglo la finca del Teucro pudo convertirse en el equipamiento deportivo del IES Valle-Inclán. La dirección del centro realizó la propuesta y los propietarios vendían la propiedad por 20 millones de las antiguas pesetas, pero el Concello, entonces encabezado por José Rivas Fontán, descartó la compra.
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