Así se decoró este año la casa más terrorífica de Pontevedra

Alba Rodríguez Sanmartín en el portal de su casa de Monte Porreiro, decorada con motivo de Halloween / R. Vázquez

Once años llevan ya los vecinos de la calle Armórica, en Monte Porreiro, haciendo felices a los niños y adultos del barrio cada Samaín. Lo hacen con todo el cuidado y la ilusión, pues sorprender a sus visitantes es lo que les mueve. De hecho, también son conocidos por sus decoraciones navideñas.
Eduardo Rodríguez y Rosalía Sanmartín, junto con su hija Alba, son de los principales responsables del túnel del terror de Halloween que se monta en su urbanización con la implicación de todo el vecindario. Llevan alrededor de una semana con las decoraciones colocadas y ya pasaron por allí multitud de curiosos, si bien este jueves fue el día grande, cuando llegaron a recibir a cerca de un centenar de niños deseosos de llevarse buenos sustos. Cada año van variando la temática del túnel del terror, si bien siempre es igual de terrorífica y divertida: en esta ocasión simularon una morgue de hospital y añadieron a su colección un nuevo muñeco móvil «que ponemos junto con el resto, son un montón ya», cuenta Rosalía.
Después de más de una década, la fiestano solo no les aburre, sino que parece que va a más: «Este año solo somos este portal, no sé muy bien por qué, pero nosotros nos lo pasamos pipa porque participamos todas las plantas del edificio y desde la tarde del jueves, la gente se acaba quedando por aquí hasta la una de la mañana». De puentes va la cosa, porque puede que empiecen el montaje de su esperado poblado navideño en el de diciembre.
A la pregunta de qué tal llevan ese momento de «bajón», de recoger todo y limpiar, aseguran que en eso están tan unidos como para el resto, y además concienciados de que es su trabajo. De modo que, después de este puente, a los Rodríguez Sanmartín enseguida les tocará ponerse manos a la obra con el que seguramente sea el mejor momento del año: la Navidad. Les encanta montar un poblado con figuras y escenarios (algunas de las piezas son móviles) que llevan muchas décadas coleccionando. «A la mujer de la limpieza le decimos que solo pase por encima, que ya limpiamos nosotros», cuenta Rosalía. Relatan que, la primera vez que esta trabajadora vio el montaje de Halloween, «casi le da algo del susto.
«Acababa de llegar nueva porque la anterior estaba de baja y no la avisó nadie, claro», bromea Rosalía, que añade con una sonrisa que, después, la nueva compañera «nos pidió si podía sacar unas fotos. Le encantó». Es fácil percibir el compromiso y la complicidad entre quienes, con esmero y dedicación, dan vida a esta tradición celta, transformando el lugar en un rincón mágico que invita a todos a formar parte del espíritu de Samaín.
El poblado navideño más grande de la ciudad
Llevan coleccionando figuras navideñas únicas de todo el mundo para crear un enorme escenario invernal que colocan cada Navidad. Tal es el furor por el poblado navideño que los familiares, amigos y vecinos se suman a echar una mano para colocarlo y de paso llaman a conocidos para que acudan a ver el llamativo escenario que tiene música, luces y movimiento. La mayoría son de un valor «incalculable». Alguna de ellas puede rondar los 300 euros y muchas son bastante antiguas, por lo que costaría reemplazarlas. Ya no se fabrican muchas de ellas y hay que acudir a tiendas especializadas, que son más comunes en el centro de Europa.
En este gran poblado en miniatura, los coches que chocan se mueven de verdad, lo mismo con las cadenetas y el tiovivo, los esquiadores descienden por una pendiente nevada también gracias a un imán (o a la magia). Y así con todo: un teleférico, una noria, una pista de patinaje sobre hielo... no falta detalle. El poblado navideño que montan en su salón los Rodríguez Sanmartín podría perfectamente competir con alguno de esos que se ven en las películas, o bien por mercadillos de Navidad de zonas como Alsacia.
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