Días para cultivar la memoria

Las flores fueron, un año más, el gran símbolo del recuerdo. / Gustavo Santos
Cultivar la memoria y celebrar la vida de los que ya no están constituyen la esencia de las jornadas de Santos y Difuntos, que una vez más llenan los cementerios de cientos de visitantes para honrar a sus seres queridos con flores, velas, fotografías y pequeños recuerdos.
Los preparativos arrancaron hace días con los zafarranchos de limpieza que celebraron tanto el Concello como cientos de familias en los distintos camposantos, muy especialmente San Amaro. La puesta a punto de nichos y panteones también continuó ayer en algunos casos, si bien la mayoría de los que acudieron a los cementerios lo hizo para depositar ramos, centros y círios.
“Venimos todos los años desde que falleció mi madre”, explican las hermanas Maite y Luisa, de las más madrugadoras y que acudieron a San Amaro a las 10 de la mañana. “No éramos muchos”, explican, en ese momento, si bien la afluencia fue aumentando paulatinamente y a partir de mediodía el camposanto se convirtió de nuevo en un hervidero.
Especialmente, la afluencia se hizo sentir en el tráfico de vehículos y también en la falta de aparcamiento. Ésta fue de hecho una constante durante toda la semana (varios conductores relataban a FARO que dieron vueltas durante media hora antes de conseguir plaza) y se intensificó en la jornada de ayer.

El desplome del muro histórico del cementerio obliga a mantener vallada una zona de San Amaro. / Gustavo Santos
Por lo demás, la Policía Local volvió a habilitar un circuito de acceso y salida al principal cementerio de la Boa Vila y el carril inutilizado se puso a disposición de los conductores como aparcamiento.
A los visitantes que no acudían a San Mauro desde el pasado año les sorprendió el derrumbe del muro histórico del camposanto. El desplome parcial se produjo el pasado mes de febrero tras unas intensas lluvias y provocó daños en varios panteones familiares ubicados en sus inmediaciones.
A los visitantes que no acudían a San Mauro desde el pasado año les sorprendió el derrumbe del muro histórico del camposanto. El desplome parcial se produjo el pasado mes de febrero tras unas intensas lluvias y provocó daños en varios panteones familiares ubicados en sus inmediaciones
La Dirección Xeral de Patrimonio ha de autorizar la reforma del muro, un visto bueno del que depende el Concello para acometer las obras de reparación. Mientras tanto, la zona permanece vallada para garantizar la seguridad de los visitantes, muchos de los cuales lamentaban ayer la inusual imagen en las jornadas de mayor afluencia al cementerio.
“Ó fin, morrer ha que morrer” era un dicho repetido en la Galicia rural, donde la muerte se consideraba en realidad un tránsito. Los campesinos del país deseaban una buena muerte, pero no la consideraban un final, sino un viaje en el que se trasladarían a otra aldea, la del más allá.

A pesar de las prohibiciones los vehículos estacionaron al lado del cruceiro de San Amaro. / Gustavo Santos
Esa creencia, la de que la muerte es solo un tránsito, consuela a muchos de los que ayer visitaron San Amaro, en cuyas expresiones podían adivinarse la nostalgia y la tristeza. En algunos casos, también la capacidad de sonreir al recordar a la persona amada o la serenidad del duelo asumido.
Un año más, los más decorados fueron los panteones y nichos de las familias gitanas, que desde hace días suman esfuerzos para limpiar las tumbas y que desde primera hora hicieron guardia ante las sepulturas en memoria de sus seres queridos.
Ante los panteones se sucedieron, un año más, los centros y coronas. «Aquí tenemos a seis»,explica uno de los patriarcas, «y nos pasamos todo el día. A mediodía paramos para comer y por la tarde volvemos, los acompañaremos mientras vivamos». La muerte y la vida, escribió un filósofo, son transformaciones incesantes. «No son el final de un principio. Una vez que consigamos comprender este principio, podremos dar igual valor a la vida y a la muerte”.
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