El seis de octubre de 1999 la vida de Jorge Eduardo Casas dio un vuelco. Un accidente de tráfico truncaba sus estudios de Química con tan solo 20 años, así como el resto de sus días. Pasó de ser un joven independiente a sufrir más de un 80% de discapacidad y moverse en silla de ruedas.
El largo y laborioso proceso que tiene lugar en un caso tan complicado para lograr la estabilidad solo lo saben bien las familias que lo sufren. En el caso de este pontevedrés, cuyo cuidador habitual y tutor es su hermano Pablo. El último golpe que recibieron fue el cierre del sanatorio Santa María en junio de 2021. A partir de ahí comenzó de nuevo todo un periplo para lograr una plaza en una residencia adecuada para él, en la que tuviese los cuidados necesarios y, a la vez, su familia pudiese seguir yendo a visitarlo a diario, como así es su deseo.
Hoy día pueden celebrar que Jorge Eduardo Casas vive de modo estable en la residencia de mayores de Campolongo, de la Xunta de Galicia. Tanto él como su hermano están muy a gusto con el emplazamiento y celebran el trato que recibe por parte de todo el personal.
“Teníamos miedo porque el cambio era muy grande, ya que él llevaba desde 2003 en Santa María, por lo que el cierre repentino nos cogió a todos muy de sorpresa. Fue una noticia muy mala”, recuerda Pablo Casas, que charla con FARO a la salida del centro de mayores de Campolongo en uno de sus habituales paseos mañaneros con su hermano.
“Hemos pasado por muchas cosas. Porque tras el accidente en 1999 estuvo unos meses en el Hospital Clínico de Santiago y un año y medio en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Pero no recuperó el movimiento que se esperaba o deseaba. Después estuvo en el Hospital Domínguez y, finalmente, llegó al sanatorio Santa María”, resume.
“Va a fisioterapia, terapia ocupacional, tiene una habitación simple... Está muy bien cuidado y ambos estamos muy contentos”
Fueron dos décadas en este centro residencial, hasta que les dieron la noticia de su cierre, “con tan solo tres días para que buscásemos un nuevo lugar para que mi hermano viviese”. Por cierto, siendo este el paciente que más tiempo había pasado en la residencia.
Esfuerzo titánico
Pablo Casas movió cielo y tierra para poder mantener a su hermano cerca de su vivienda. “Conseguimos una residencia en Redondela, donde estuvo un mes y medio, pero no es lo mismo visitar y estar con un familiar cerca de tu casa que a una distancia que ya te complica verlo todos los días”, se lamenta.
Finalmente, gracias a que el caso fue asumido en la categoría de “emergencia social”, con la intervención de Asuntos Sociales, la Xunta y Sanidad, consiguieron una plaza en la residencia de mayores de Campolongo, en la que ahora lleva algo más de dos años.
“Yo ahora intento venir todos los días, porque vivo muy cerquita”, celebra su hermano y tutor.
Su balance durante todo este tiempo en el centro de mayores no puede ser más positivo: “Va a fisioterapia, terapia ocupacional, tiene una habitación simple... Está muy bien cuidado y ambos estamos muy contentos”.
Es consciente de que la edad de su hermano dista mucho de la del resto de residentes en este centro público de Campolongo, pero para él verlo tranquilo es lo más importante. “Llegó a tener crisis de epilepsia con todos los cambios; ahora, sin embargo, está tranquilo. Fue lo mejor que le pudo haber pasado”, concluye Pablo Casas.